Guerra Colonial

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El uso del neocolonialismo como herramienta de deslegitimación de la Unión Europea: Malí como paradigma

The use of neo-colonialism as a tool for delegitimising the European Union: Mali as a paradigm

Alfredo Crespo Alcázar
Universidad Internacional de Valencia (VIU), Valencia, España
ORCID: 0000-0001-9902-9986

Teresa Sánchez González
Universidad Internacional de La Rioja, Logroño, España
ORCID: 0000-0002-4335-5480

Recibido: 22/05/2023
Aceptado: 08/06/2023

DOI: https://doi.org/10.33732/RDGC.12.87

Resumen

Malí se ha convertido en uno de los principales focos de inestabilidad en Sahel. El compromiso europeo mostrado desde 2012 contenía aspectos relativos a la seguridad y enfatizaba otros de naturaleza humanitaria. Esta propuesta no encontró el apoyo de determinados sectores de la clase política y de la sociedad civil maliense, lo que se tradujo en sendos golpes de Estado en 2020 y 2021. A su vez, las nuevas autoridades resultantes de aquellos han preferido decantarse por Rusia como principal socio para combatir el terrorismo. Este nuevo enfoque no está siendo eficaz además de vulnerar derechos humanos y libertades fundamentales de los ciudadanos empleando para ello argumentos securitarios.

Palabras clave
Terrorismo, Serval, Barkhane, Francia, Grupo Wagner

Abstract

Mali has become one of the main sources of instability in the Sahel. The European and Western commitment shown since 2012 contained aspects related to security and emphasized others of a humanitarian nature. This proposal did not find support from certain sectors of the Malian political class and civil society, which resulted in coups d'état in 2020 and 2021. In turn, the new authorities resulting from the coups have preferred to opt for Russia as the main partner in the fight against terrorism. This new approach is not only ineffective, but also violates the human rights and fundamental freedoms of citizens by using security arguments.

Keywords
Terrorism, Serval, Barkhane, Francia, Group Wagner

INTRODUCCIÓN

Inestabilidad es el vocablo que mejor define la situación en Malí desde 2012. A partir de ese momento se han producido dos golpes de Estado, en un contexto en el que el terrorismo, vinculado a filiales de Dáesh y Al Qaeda, ha perpetrado numerosos atentados contra la población de la aludida nación africana y contra actores extrarregionales tales como Francia, la Unión Europea, la ONU y, más recientemente, Rusia. Como resultado, se han incrementado los índices de violencia, convirtiendo al Sahel Occidental y la denominada triple frontera, esto es, la integrada por Malí, Níger y Burkina Faso, en un escenario caracterizado por «la inestabilidad política, el subdesarrollo económico y la degradación de la seguridad» (Gobierno de España, 2023: 24).

Hemos estructurado el presente artículo siguiendo un orden cronológico. La primera parte, tras la introducción histórica, toma como punto de partida el año 2012, momento en el cual, frente a la amenaza terrorista desatada en el norte de Malí, el gobierno de la citada nación pidió ayuda a la comunidad internacional. Al respecto, analizamos la respuesta de la misma, vertebrada alrededor de tres actores, Francia, Unión Europea y Naciones Unidas. El resultado fue positivo en el corto plazo en tanto en cuanto disipó la posibilidad de victoria inmediata del terrorismo, si bien no implicó la desaparición del mismo. En efecto, a partir de este instante emergieron y se consolidaron dos fenómenos que han deteriorado el panorama doméstico maliense. Por un lado, los diferentes grupos terroristas llevaron a cabo un cambio de estrategia con el que incrementaron su letalidad y su capacidad para desestabilizar no sólo Malí sino también el entorno regional. Por otro lado, la incapacidad por parte de la comunidad internacional para dar una respuesta efectiva a las condiciones estructurales que instrumentaliza el terrorismo, tales como la pobreza, la corrupción y la ausencia de buen gobierno.

En la segunda parte abordamos la pérdida de protagonismo gradual de Francia, particularmente, y de la UE en Mali, cuyo paradigma lo advertimos en la retirada francesa en 2022. En este apartado, por tanto, nos detendremos en diseccionar las razones que empujaron al presidente francés Francois Macron a poner fin a la Misión Barkhane (heredera de la inicial Misión Serval), destacando entre aquellas la conducta de un sector relevante de la clase política y de la sociedad maliense. En este sentido, los golpes de Estado (agosto de 2020 y mayo de 2021) no sólo provocaron un cambio de nombre en las elites de gobierno sino también la adopción por parte de estas últimas de nuevos socios para afrontar los dilemas de seguridad, destacando Rusia y el Grupo Wagner. Este cambio de alianzas se produjo en el contexto de una serie de acusaciones vertidas contra Francia y contra la UE, por parte de la Junta Militar de Malí, centradas esencialmente calificar la conducta de aquellas como «neocolonial». Para tal finalidad contaron con el apoyo de Moscú y de sus múltiples campañas de desinformación.

Finalmente, en la tercera parte analizamos el escenario presente en el cual Rusia aparece como garante de la seguridad en Malí sin que los resultados puedan calificarse de satisfactorios. Por el contrario, lo que se ha apreciado es un incremento de la violencia en paralelo a un aumento de las vulneraciones de los derechos humanos bajo la justificación de combatir el terrorismo. Se trata de un aspecto denunciado por organizaciones internacionales como Naciones Unidas y las ONG (Organizaciones No Gubernamentales) que actúan sobre el terreno, entre ellas Human Rights Watch o Amnistía Internacional. Frente a este panorama, el gobierno maliense ha acentuado su victimismo, su aislacionismo y su dependencia de Moscú.

En el apartado de conclusiones nos centramos en los interrogantes que plantea la compleja situación de Malí de los que se derivan repercusiones regionales y globales, lo que obliga a un posicionamiento por parte de la comunidad internacional. Consideramos que el enfoque de la Unión Europea, aun con sus limitaciones y problemas para llevarlo a la práctica, es el correcto puesto que aborda dos planos que se hallan indisolublemente unidos: el relativo a la seguridad y el que alude al desarrollo.

En cuanto a la metodología empleada para el desarrollo de este artículo nos hemos basado en el uso de fuentes secuendarias, desde monografías especializadas en el objeto de estudio abordado, hasta artículos de referencia en revistas científicas, así como análisis elaborados por el personal de investigador de determinados think tanks. Igualmente, hemos recurrido a resoluciones de Naciones Unidas y estrategias y decisiones de la Unión Europea en las que se puede observar el interés mostrado por ambas organizaciones en la estabilidad de Malí (y, por extensión, de Sahel), sin que de aquél se pueda deducir pretensión «neocolonial» alguna. Del mismo modo, hemos hecho uso de la consulta y utilización de declaraciones contenidas en medios de comunicación, en este caso, medios de comunicación escritos, porque, según la frase atribuida a Schopenhauer, el periodismo es «el minuteo de la historia» y, por tanto, sirve para conocerla y para analizarla. Al respecto, y como explicaba el exdirector de Unidad Editorial, Antonio Fernández-Galiano (Lucas, 2017):

La ventaja que tienen los periódicos es que pueden ofrecer al lector la Historia de cada día, ordenada, jerarquizada, interpretada y filtrada por un determinado ideario. Eso significa ser una referencia, eso significa ayudar al lector a encontrarse en el mundo.

LA INDEPENDENCIA DE MALÍ

Los lazos entre Malí (en ese momento, Sudán francés) y Francia se estrecharon enormemente según se fue desarrollando el proceso colonial. Motivado, al igual que otras potencias europeas, por el deseo de alcanzar un poder imperial en la misma Europa (Cooper y Burbank en Molinero Gerbeau, 2013: 3) pero frenado por la imposibilidad de expandirse por el continente, el control de territorios alejados parecía una buena opción. Del mismo modo, las colonias se convertían en un medio para expandir sus economías, pudiendo encontrar nuevos mercados en los que vender sus productos nacionales. La Revolución Industrial supuso un acelerador a todo este proceso al reducir las barreras, penetrar con más facilidad y, también, con más seguridad (Cooper y Burbank en Molinero Gerbeau, 2013: 4).

Con todo ello, la colonización francesa de Malí se produjo en la década de 1880. La sociedad maliense estaba caracterizada por una enorme heterogeneidad, si tenemos en cuenta la multitud de etnias del país (bambara, fulani, solinké y tuareg), junto con las tantas hermandades musulmanas como los como los Tijaniyyah o los muridíes. El islam se convirtió, para los líderes malienses, en un modo de control de la población, llevando a cabo una especie de vigilancia en base a las alianzas entre los líderes religiosos islamistas y los líderes políticos, con el objetivo de establecer los cimientos de la economía, sociedad y cultura poscolonial (Fernández Pena, 2022).

Una vez se desmoronó el imperio francés, en un proceso iniciado al término de la Segunda Guerra Mundial, se constituyó la Federación de Malí, junto con Senegal, para, pocos meses después, constituir de manera independiente las Repúblicas de Malí y Senegal. Dicha creación tuvo lugar el 22 septiembre de 1960 y se proclamó presidente de Malí a Modibo Keita, quien estableció un sistema unipartidista en el país y optó por un control fuerte de la economía, mientras se posicionaba, en un contexto de Guerra Fría, junto al bloque soviético (Fernández Pena, 2022).

LA RESPUESTA DE FRANCIA, LA UNIÓN EUROPA Y LA ONU A LA AMENAZA TERRORISTA EN MALÍ EN 2012

La incapacidad para afrontar la acometida terrorista desatada en el norte de Malí en 2012, que amenazaba con controlar la capital (Bamako), hizo que su presidente, Dioncounda Traoré, solicitara ayuda a Francia y a la Unión Europea. Como respuesta, el gobierno francés encabezado en aquel momento por Francois Hollande puso en marcha la operación militar Serval que contó con la aprobación de Naciones Unidas (Moraleda, 2013), a través de las resoluciones del Consejo de Seguridad 2071 y 2085, ambas de 2012. Sin embargo, también se observaron posturas divergentes entre los Estados miembros de la UE a la hora de evaluar la importancia que Malí tenía para la seguridad/estabilidad europea. Como subraya Félix Arteaga:

España y los países europeos comparten con Francia el riesgo de que la presión salafista desestabilice a Argelia, Marruecos y Mauritania y que su consolidación fomente atentados terroristas en suelo europeo. Sin embargo, no comparten los intereses postcoloniales de Francia que le obligan a preservar su legado histórico y a defender sus intereses económicos y geoestratégicos en Mali y en toda la zona norte y sur del Sahel. Sin embargo, los países europeos más alejados de África no comparten en igual medida los riesgos que representan los tráficos ilícitos organizados por las mafias criminales sahelianas que dirigen a las fronteras españolas flujos crecientes de inmigrantes, drogas y contrabandos de todo tipo (Arteaga, 2013).

En efecto, los gobiernos de París y de Madrid se mostraron los más interesados en contribuir a la creación de un entorno de seguridad en Malí. A modo de ejemplo de esta premisa, el entonces ministro de defensa del gobierno español, Pedro Morenés, subrayó la obligación de España de evitar la expansión del yihadismo, aportando instructores militares que se incorporaron a las misiones encabezadas por Francia y por la Unión Europea (El Mundo, 2013a). Por su parte, José Manuel García Margallo, ministro de asuntos exteriores, señaló que España era, por razones de proximidad, uno de los países más amenazados por el terrorismo en Malí (El Mundo 2013b). Por su parte, Francois Hollande insistió en que la presencia francesa se prolongaría el tiempo que fuera necesario para acabar con el terrorismo, recalcando que este era el objetivo real, en ningún caso conquistar territorio o incrementar la influencia de su país en la región (El mundo, 2013c).

Por su parte, la Unión Europea reaccionó de forma proactiva a través de la Decisión 2013/34/PESC del Consejo, con el objetivo de restablecer el orden democrático y el Estado de Derecho en Malí. Para tal finalidad, desplegó la Misión EUTM Mali encargada de ofrecer formación militar a las Fuerzas Armadas malienses, pero descartando cualquier implicación en operaciones de combate. Su mandato inicial fue de 15 meses (Diario Oficial de la Unión Europea, 2013), aunque se ha ido renovando con el paso del tiempo, hasta llegar a un quinto mandato cuya finalización está prevista para 2024.

La presencia de la Unión Europea también se hizo realidad con la Misión EUCAP Sahel Mali creada en 2015.El objetivo era mejorar la eficacia en las operaciones de las fuerzas de seguridad internas, de tal manera que aquellas aumentasen su capacidad para afrontar retos como el terrorismo y la criminalidad organizada, respetando en su actuación cuestiones como los derechos humanos o la igualdad de género. Esta misión ha extendido su mandato hasta el 31 de enero de 2025, integrando un enfoque regional más amplio como el que contiene la European Union Sahel Strategy aprobada en 2021.

Al respecto, conviene poner valor esta respuesta de la Unión Europea la cual, a su vez, certificaba el interés que Malí y el Sahel tenían en su agenda. En efecto, en su Estrategia para el Sahel de 2011, la UE habían sido consciente del complejo panorama que afrontaba la citada región ya que a sus deficiencias estructurales (pobreza, inseguridad alimentaria, difícil acceso en determinadas zonas a recursos fundamentales como el agua…) se unían las repercusiones de las denominadas «primaveras árabes», en particular relativas al colapso del estado libio, en forma de llegadas mercenarios que habían formado parte de la guardia del depuesto Gadaffi o fácil acceso al armamento de las fuerzas armadas libias. Todo ello, asimismo, acontecía en el contexto de una región en la que la porosidad de las fronteras facilitaba el desarrollo de amenazas asimétricas como el terrorismo (destacado Al Qaeda en el Magreb Islámico) y la criminalidad organizada en forma de tráfico ilegal de drogas y de seres humanos (Rouppert, 2011).

En consecuencia, la Unión Europea evidenciaba con la elaboración de esta estrategia que la problemática advertida en Sahel tenía repercusiones directas en territorio europeo y contra intereses europeos, enumerando ejemplos que certificaban dicha premisa. En este sentido, subrayaba que Al Qaeda en el Magreb Islámico había hallado un santuario en el norte de Malí desde el que atentaba contra objetivos europeos (European Union External Action Service, 2011).

Por su parte, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 2071, («La situación en Malí») en la que mostraba su preocupación por la influencia que la inestabilidad en Malí podría provocar a nivel tanto regional como global, al ser consciente del protagonismo adquirido por grupos terroristas vinculados a Al Qaeda o al Dáesh. Desde un punto de vista más particular, Naciones Unidas aludió a los abusos perpetrados contra civiles en el norte de Malí:

Exhorta, en este contexto, a los Estados Miembros, las organizaciones regionales e internacionales, entre ellas la Unión Africana y la Unión Europea, a que proporcionen lo antes posible a las Fuerzas Armadas y de Seguridad de Malí asistencia coordinada, conocimientos especializados, capacitación y apoyo para la creación de capacidad, en consonancia con sus necesidades internas, con el fin de restablecer la autoridad del Estado de Malí sobre la totalidad de su territorio nacional, defender la unidad e integridad territorial de Malí y reducir la amenaza que representan AQMI1 y sus grupos afiliados (Organización de Naciones Unidas, 2012).

Así, Naciones Unidas, por su parte, puso en marcha la MINUSMA (Misión Multidimensional Integrada de Naciones Unidas) para proteger a los civiles, reducir la violencia entre las comunidades, restablecer la actividad del Estado y garantizar una prestación de los servicios sociales básicos (MINUSMA, s.f). Los réditos inmediatos de esta implicación de la comunidad internacional resultaron positivos ya que evitó la expansión territorial del terrorismo yihadista. De haberse consumado esta posibilidad, hubiera implicado el colapso absoluto del Estado maliense, ya que el control de la zona norte del país por parte de las organizaciones terroristas generó un atractivo que, entre otras repercusiones, provocó la llegada de combatientes terroristas extranjeros (Díez Alcaide, 2013).

DEL ÉXITO INICIAL «OCCIDENTAL» AL PROTAGONISMO DE OTROS ACTORES REGIONALES Y EXTRARREGIONALES

Este éxito militar inicial contrasta de manera notable con lo ocurrido en los años siguientes. En efecto, los grupos terroristas han mostrado evidente capacidad para adaptarse al nuevo escenario y alterarlo, sin olvidar la presencia de la criminalidad organizada. Al respecto, como respuesta a esa suerte de «derrota inicial», las organizaciones terroristas readaptaron su estrategia, por ejemplo, mezclándose con la población, lo que complicaba detectarlas, e incrementaron su letalidad mediante el recurso a atentados suicidas (Castilla, 2014). Además, el atractivo de su ideología se mantuvo intacto, a pesar de las muertes de líderes terroristas como Abdelmalek Droukdel o Walid Al-Sahraoui, instrumentalizando las deficiencias estructurales de Malí (la corrupción de las elites políticas, paro masivo de la población y, en definitiva, ausencia de prestación de bienes públicos básicos por parte del Estado), para incorporar nuevos efectivos a sus filas.

La persistencia de estas carencias ha constituido un factor determinante a la hora de no lograr la estabilidad del país. A este fenómeno se refería el que fuera embajador francés en Malí, Nicolás Normand, en la entrevista concedida a Atalayar. Con sus mismas palabras:

Se evitó la derrota, pero la victoria es imposible sin que las autoridades malienses actúen para ocupar y administrar los territorios liberados de los yihadistas, que luego pueden volver, y sin que se aborden las causas del mal: regiones y poblaciones abandonadas por el poder en Bamako, jóvenes en ascenso sin formación y con un futuro bloqueado en relación con la explosión demográfica. En este contexto, la radicalización de una parte de la juventud es inevitable (Escalonilla, 2023).

Asimismo, ha habido otro factor, el cual guarda notable relación con el que acabamos de señalar, que ha contribuido a alterar negativamente el panorama de seguridad y que provocó el abandono de Malí por parte de Francia. En efecto, conforme se prolongó la Misión Barkhane a partir de 2014, amplios sectores de la ciudadanía maliense, así como miembros de su clase política, comenzaron a identificar a Francia y la Unión Europea con la práctica del «neocolonialismo», estigmatizando su presencia.

La Francafrique, esa red clientelar que abarcaba intereses económicos, políticos y militares y que París fue tejiendo a partir de los años 60 con sus antiguas colonias, parecía, a partir del 2012, llegar a su fin, principalmente, por las acusaciones de neocolonialismo de los malienses sobre los franceses. Este sentimiento antifrancés volvió a surgir en medio de la crisis que vivía el Sahel. Desde esta fecha, las intervenciones militares encabezadas por las fuerzas armadas locales y las misiones internacionales no han conseguido frenar el binomio formado por el terrorismo yihadista y las redes de tráfico ilegal de drogas y de personas. Esta conjunción, a su vez, ha conllevado un aumento en el deterioro de las condiciones de vida, la pérdida de control territorial por parte del Estado y los desplazamientos forzados de la población. De este modo, los malienses acusaban a los franceses de ser los culpables junto con los mandatarios «nacionales» incapaces de gobernar (Ogou Corbi, 2023). La respuesta para paliar este escenario adoptó la forma de golpe militar en agosto de 2020 y en mayo de 2021, lo que incrementó la división entre Francia, la Unión Europea, la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) y la ONU, por un lado, y las nuevas autoridades malienses surgidas del golpismo, por otro lado.

EL GOLPISMO COMO RESPUESTA EN MALÍ

Los dos golpes militares fueron realizados por el estamento militar. En ambos casos, el gran protagonista fue Assimi Goita quien en el primero de ellos depuso al presidente Ibrahim Boubacar Keita; en el segundo, derrocó al gobierno de transición (Europa Press, 2022a). Esta reacción, contraria a todo parámetro democrático, generó dos consecuencias complementarias. Por un lado, en el corto plazo, la división entre las nuevas autoridades resultantes del golpismo y Francia, la Unión Europea, Naciones Unidas y la CEDEAO que impusieron sanciones económicas a Malí en forma de cierre de fronteras y de congelación de activos financieros (Departamento de Seguridad Nacional, 2021). Dichas sanciones fueron eliminadas en julio de 2022 debido a la promesa de las autoridades malienses de convocar elecciones en un plazo de 24 meses (France 24, 2022), promesa que a día de hoy no han cumplido, cabe matizar. Por otro lado, a medio plazo supuso un factor fundamental en la decisión de Emmanuel Macron de abandonar Malí en 2022, poniendo fin a la misión Barkhane.

Este último hecho quedó certificado en 17 de febrero de 2022. Al respecto, Francia subrayó su compromiso frente al terrorismo en Sahel y en Malí, pero insistió en las obstrucciones que la Junta Militar de Malí estaba poniendo a la misión Barkhane, al impedir el regreso al orden constitucional (Cerdán, 2022). Desde la perspectiva del gobierno francés, ya no se daban las condiciones ni operativas ni legales para continuar (Departamento de Seguridad Nacional, 2022). Por su parte, las nuevas autoridades malienses pusieron en marcha un discurso cuyo eje fundamental descansó en definir la presencia occidental como «neocolonial», epíteto utilizado con una intención peyorativa y aplicado particularmente a Francia (Rangel, 2022a). Complementariamente a este modus operandi, se observó otro fenómeno cuyas consecuencias se advierten de manera tangible en la actualidad: el acercamiento a Rusia como valedor de la seguridad y de la estabilidad de Malí (CIDAF, 2023).

En consecuencia, según aumentaba el sentimiento antifrancés también lo hacía el sentimiento prorruso, un fenómeno apreciable tanto en el gobierno como en amplios sectores de la sociedad civil maliense. Los medios de comunicación recogieron imágenes del apoyo de esta última al presidente de Rusia (Vladimir Putin). En fotografías publicadas en medios españoles como, por ejemplo, el diario La Razón, se mostraban manifestaciones, en septiembre de 2020, donde los ciudadanos portaban pancartas en las que se leían frases como «Putin, el camino al futuro» (La Razón, 2022).

Por su parte, el diario El País (2022), publicaba imágenes que mostraban a manifestantes malienses con pancartas donde se decía «Muerte a Francia y a los aliados». Ya en 2019, este sentimiento antifrancés estaba presente y se hizo visible en la manifestación del 15 de noviembre de 2019, en la que soldados malienses se paraban bajo una pancarta que decía «Francia es un Estado terrorista» durante una protesta en la plaza de la Independencia en Bamako (Atalayar, 2019). Del mismo modo, el suelo europeo también ha sido escenario de estas manifestaciones, como la que tuvo lugar en Roma, en la que intervino una parte de la comunidad maliense, para protestar por las sanciones impuestas por la CEDEAO, bajo un lema que rezaba «No a la presencia francesa y europea en Mali» (Política Exterior, 2022).

En este contexto, la pérdida de poder e influencia de Francia fue aprovechada con rapidez por Rusia para ocupar el espacio dejado por París. Tras el golpe de Estado de 2020, en el que los golpistas consiguieron movilizar a la población presentándose como alternativa a la incapacidad de los gobiernos precedentes, el resultado no fue otro que el contrario al esperado. En efecto, lejos de la estabilización y puesta en marcha de una transición pacífica, democrática y ordenada, lo que aconteció fue un nuevo golpe de Estado en mayo de 2021 por parte de sectores militares malienses pro-rusos que proyectaron un discurso antifrancés y reforzaron «la colaboración con el Kremlin, no solo a través de estrechar relaciones bilaterales sino también contratando al polémico grupo paramilitar Wagner» (Ogou Corbi, 2023). El objetivo de Rusia en este contexto radicó en «recoger los países como fruta madura» (Rangel, 2023).

El Grupo Wagner, conocido por la violencia de sus acciones, se dio a conocer en 2014 apoyando a los rebeldes prorrusos del Dombás contra el ejército ucraniano. A pesar de la opacidad con la actúa, diferentes medios de comunicación, como, por ejemplo, El País (2023) o la BBC (2023) atribuyen su fundación al empresario Yevgueni Prigozhin, conocido como «el cocinero del Kremlin», tanto por sus empresas de catering como por su cercanía al presidente Putin. El Grupo Wagner ha puesto en marcha a sus mercenarios en Siria, Libia, Venezuela, Sudán y República Centroafricana (El País, 2021). Como explica Marta Summers:

El coste político, militar y diplomático de este tipo de aliados es más bajo que el de los europeos: lejos de exigir reformas políticas o el cumplimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos locales, acuerda, como contraprestación a su colaboración, concesiones mineras y derechos para la explotación de recursos naturales, así como una posición cercana al gobierno dirigente del país en el que se encuentren (Summers, 2023: 69).

Francia «señaló que dicho grupo emplea «la debilidad de ciertos Estados para consolidarse, no para reemplazar a los europeos y, más allá, para fortalecer la presencia de Rusia en África» (Zuloaga, 2022). Asimismo, como explica el Informe de Seguridad Nacional del Gobierno de España de 2023, Rusia ha empleado una serie de métodos denunciados por Naciones Unidas para combatir el terrorismo (Gobierno de España, 2023: 30). La presencia de los paramilitares del Grupo Wagner en Malí provocó que tanto Francia la como la Unión Europea dieran un ultimátum a Bamako. El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, amenazó con «consecuencias inmediatas» (El País, 2021) en la cooperación con Malí. pesar de estas advertencias, el protagonismo de Moscú se ha consolidado a través del Grupo Wagner, colaborando de esta manera en la difusión de una visión negativa de la presencia occidental. Este proceder lo ha repetido en Burkina Faso y en la República Centroafricana (Castel, 2022).

RUSIA Y EL GRUPO WAGNER COMO GARANTES DE LA ESTABILIDAD EN MALÍ: REPERCUSIONES EN EL ÁMBITO DE LA SEGURIDAD Y EN EL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Los resultados de esta alianza entre Rusia y Malí a la hora de erradicar el terrorismo se hallan lejos de ser satisfactorios y la multiplicación de atentados se mantiene constante, como certifica el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo en su último observatorio de 2023, con cifras correspondientes a 2022. Por su parte, Europol en su informe de 2022 ofrece una serie datos preocupantes. En primer lugar, que Al Qaeda cuenta con entidades afiliadas en Malí. En segundo lugar, que JNIM (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes) percibe la victoria talibán en Afganistán como un modelo a imitar, eliminando de esta manera cualquier posibilidad de negociación con las autoridades malienses. En tercer lugar, certifica que el conflicto en Malí se ha extendido al entorno regional, en concreto a la zona de triple frontera (Malí-Burkina Faso-Níger), donde se han producido numerosos ataques terroristas, como el ocurrido en marzo de 2021 que costó la vida a 33 soldados de las Fuerzas Armadas malienses (Europol, 2022).

Por su parte, Human Rights Watch (2022a) ha constatado que la actuación de Rusia está más interesada en proteger a las autoridades malienses que a sus ciudadanos. De hecho, esta última organización ha denunciado la peor atrocidad perpetrada en la década de conflicto armado en Mali. Así, informó que, presuntamente, las fuerzas armadas malienses y soldados extranjeros asociados (de quienes no se daba el nombre) ejecutaron sumariamente a unos 300 hombres civiles, la mayoría de la comunidad fulani y algunos de ellos presuntos combatientes islamistas, en Moura, en el centro de Malí, a fines de marzo de 2022. Human Rights Watch escribió una carta al gobierno maliense en la que le instaba a investigar estos sucesos. Como respuesta, halló el victimismo, puesto que el ejecutivo señaló que lo único que se perseguía con este tipo de acusaciones era desacreditar a las fuerzas armas del país (Human Rights Watch, 2022b).

Asimismo, desde Naciones Unidas, la MINUSMA también ha documentado los ataques a civiles perpetrados tanto por el Grupo Wagner como por las Fuerzas Armadas malienses (Human Rights Watch, 2022c). En este sentido, la ONU ha reclamado una investigación independiente en relación a los supuestos abusos de derechos humanos y posibles crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en Malí «por parte de militares malienses y personal que se cree que pertenecía al Grupo Wagner», según declaraciones de un grupo de expertos de la ONU (Europa Press, 2023). Del mismo modo, instaron al gobierno maliense a

Ejercer la máxima vigilancia a la hora de prohibir la participación directa en las hostilidades de individuos privados que operan en su territorio. El uso de mercenarios y actores similares a los mercenarios o las compañías de seguridad privada y militar únicamente acentúa el ciclo de la violencia e impunidad que prevalece en el país (Europa Press, 2023).

Esta perspectiva contó con la réplica por parte del ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, quien ironizó sobre esta posible acusación de crímenes contra la humanidad al Grupo Wagner:

En cuanto a los expertos de la ONU que están investigando los presuntos crímenes de guerra cometidos por la empresa militar privada Wagner, no tengo conocimiento de ningún experto de la ONU que esté facultado para considerar cualquier aspecto de los crímenes de guerra, quienquiera que los haya cometido (Euronews, 2023).

Asimismo, también se ha advertido un deterioro del panorama interno en forma de aumento del número de desplazados y de restricciones de libertades que resultan fundamentales para un óptimo funcionamiento del Estado de Derecho (Amnistía Internacional, 2022), a lo que deben sumarse las ejecuciones extrajudiciales (Human Rights Watch, 2022b).

AISLAMIENTO VOLUNTARIO Y CONSOLIDACIÓN DEL GOBIERNO GOLPISTA MALIENSE

En este contexto, la presencia rusa se ha intensificado. Uno de los momentos culminantes se observó con la visita de Lvrov a Malí y Mauritania en febrero de 2023, la primera vez que un ministro ruso visitaba ambos países, asumiendo Moscú un compromiso con las naciones del Sahel para combatir el terrorismo yihadista, al entender que este continente se enfrentaba a los «instintos neocoloniales» de Occidente (Euronews, 2023). Con sus declaraciones y conductas durante la gira por Malí, Lvrov incremento el deterioro de las relaciones entre el actual gobierno maliense y la UE, al diferenciar entre sus políticas y las políticas occidentales y presentarse como un buen valedor para «ocupar» el hueco dejado por Francia. Con sus mismas palabras:

Nosotros y nuestros amigos malienses, así como la inmensa mayoría de los demás países africanos, consideramos necesario olvidar este enfoque de África como metrópoli colonial. Teniendo en cuenta cómo (Occidente) se ha anexionado y explotado estos territorios, este continente, debería acostumbrarse a que el mundo ha cambiado (France24, 2023).

Con todo ello, a día de hoy, la Junta Militar maliense y Rusia son los principales encargados de combatir al terrorismo en el país, toda vez que además de la retirada francesa, el actual gobierno de Malí abandonó el Grupo Sahel G-5 aduciendo presiones francesas para que evitar que asumiera la presidencia del citado grupo, además de acusar a Occidente de auspiciar en mayo de 2022 un intento de golpe de Estado (CIDAF, 2022). No obstante, algunos de los miembros del Grupo G-5 Sahel han respondido con reproches a la actuación del gobierno maliense, como por ejemplo, no cumplir con su misión en la zona de la triple frontera, escenario donde la presencia de grupos terroristas como JNIM y Estado Islámico del Gran Sahara se ha incrementado (African Center, 2023), calificando el aislamiento de Malí como una «huida hacia adelante» (Europa Press, 2022b).

CONCLUSIONES

El incremento del terrorismo yihadista en África es uno de los rasgos distintivos de los últimos años (Igualada, 2023: 23). Los atentados no sólo se producen contra civiles o contra representantes de las instituciones públicas, sino que también tiene lugar el enfrentamiento entre las filiales de Dáesh y Al Qaeda. Como resultado, la violencia ocupa un lugar de relevancia en África, en Sahel y en Malí, escenario en el también acontecen luchas entre comunidades locales por el acceso y control de determinados recursos clave para su subsistencia.

Particularizando en el terrorismo, su intensificación tuvo lugar a partir del 2011, en el contexto del fracaso de las «primaveras árabes» y, en particular, de la descomposición del estado libio (Navarro, 2018). Malí fue uno de los primeros países que debió encarar la amenaza terrorista en 2012 y ante la debilidad de su Estado para ofrecer una respuesta concluyente, encontró un compromiso notable por de Francia, la UE y la ONU. Sin embargo, los desarrollos posteriores no consiguieron dotar al país de estabilidad. En este sentido, se lograron avances, pero insuficientes, y, en algunos casos quizás magnificados en exceso. Dentro de estos últimos podemos aludir a una suerte de exceso de triunfalismo mostrado por Francois Hollande cuando identificó la recuperación de la «normalidad» del país con la celebración de las elecciones de 2013 en las que se produjo el triunfo de Ibrahim Boubacar Keita (Embajada de Francia en Madrid, 2013).

El escenario actual que encontramos en Malí plantea retos de envergadura que afectan a ámbitos íntimamente relacionados. Por un lado, el incremento de la actividad relacionada con el terrorismo y la criminalidad organizada cuyas consecuencias han trascendido el ámbito territorial maliense. Por otro lado, el deterioro del Estado de Derecho lo que ha supuesto, entre otras cosas, un incremento de la vulneración de los derechos y libertades de los ciudadanos del país.

La Unión Europea y la ONU deben mantener intacto su compromiso con Malí y Sahel, a pesar de las dificultades que viene encontrando para actuar en los últimos tiempos. Es obligatorio que adopte un enfoque que combine las materias de seguridad con aquellas otras de naturaleza humanitaria. Al respecto, la Unión Europea, consciente de las debilidades estructurales que muestra el binomio Malí-Sahel, en su Estrategia de 2021 concedía prioridad a cuestiones como el buen gobierno y los derechos humanos, para lo cual tenía presente la debilidad estatal apreciable en Malí a partir de 2020.

Asimismo, esta estrategia de la UE también contiene otros elementos relacionados que son determinantes para la estabilización del país y de la región del Sahel, entre los cuales podemos enumerar los siguientes. En primer lugar, el cambio climático (que provoca un incremento de la tensión entre las comunidades por los recursos, una tensión que en última instancia se traduce en violencia). En segundo lugar, la demografía (subrayando que la alta natalidad combinada con un descenso de la mortalidad genera enfrentamientos por recursos y desplazamientos de población). En tercer lugar, las consecuencias negativas derivadas de la pandemia de la Covid-19 que ha incrementado la dependencia de la ayuda humanitaria. En cuarto lugar, la importancia de la juventud y de la participación de las comunidades locales en el proceso político.

Todos estos elementos no constituyen una novedad, puesto que han venido vertebrando las relaciones de la Unión Europea con el Sahel cuando menos desde 2011, a través de la Estrategia de 2011 y el Plan de Acción Regional de 2015. Este último documento enumeraba cuatro áreas principales de actuación: prevención y lucha contra la radicalización; juventud; migración y control de fronteras; lucha contra el crimen transnacional organizado (Losada, 2018). Dicho con otras palabras, la UE ponía de relevancia aspectos que a día de hoy siguen sin solventarse como la debilidad del Estado de Derecho en la región o la subestimación de la importancia de garantizar los derechos humanos. La conjunción de ambos factores denunciados provocaba una reiteración de las crisis a todos los niveles (Consejo de la Unión Europea, 2015: 8).

Como tarea pendiente e inmediata, «occidente» debe desarrollar una contranarrativa con una finalidad doble y complementaria. Por un lado, combatir el lenguaje maniqueo del terrorismo. Por otro lado, responder al descrédito al que el actual gobierno de Malí y Rusia le vienen sometiendo en los últimos tiempos.

La presencia de Rusia en Malí se ha traducido en una vulneración sistemática de los derechos humanos en las operaciones contra el terrorismo llevadas a cabo por el Grupo Wagner y por las autoridades malienses, un fenómeno denunciado por organizaciones como Amnistía Internacional. Además, Rusia promovió una campaña de descrédito contra la presencia francesa y contra Naciones Unidas (Africa Center, 2022), de tal manera que ciudadanos malienses comenzaron a acusar a «occidente» de fomentar el terrorismo yihadista en Malí y de robar el oro del país (Masoliver, 2022).

Calificar de fracaso las misiones Serval y Barkhane encabezadas por Francia en Malí constituye una respuesta notablemente reduccionista y simplificadora que no tiene en cuenta otros factores de relevancia, esto es, deberemos buscar razones y causas. Como sostiene Pilar Rangel:

Muchos analistas acusan a Francia de fracaso en la zona, pero no es solo de Francia, sino también de los Estados que componen el Sahel que en la mayoría de los casos no son capaces de controlar gran parte de su territorio motivo por el que hemos visto en los últimos meses una sucesión de golpes de Estado además de en Mali en Chad, Guinea y otros países cercanos ante el descontento de la población por la continua situación de inseguridad (…) Si hay alguna lección que hay que tener en cuenta es la necesidad de tener en cuenta a todos los actores implicados en la zona, la protección y la percepción de la población civil y las realidades locales, una lección que hasta ahora no parece haberse tenido en cuenta. (Rangel, 2022b).

Si Francia ha dejado Malí, no podrá dejar el Sahel por las amenazas a la seguridad que existen en este enclave. De hecho, debe recordarse que la Estrategia Mogherini de 2016, señala que «la frontera sur (de Europa) no es el Mediterráneo, es el Sahel». Es decir, las redes criminales, la inmigración ilegal y el terrorismo yihadista suponen algunos de los principales retos a los que Europa tendrá que seguir combatiendo, y en los que Francia deberá seguir participando si quiere mantener una posición protagonista dentro de la Unión Europea. Además, el país galo deberá preservar su interés económico en sus antiguas colonias, por ejemplo, el peso económico del uranio extraído en Níger por Francia. Así, buscará proteger sus intereses económicos, que siempre había dado por sentados, pero que ahora están sujetos a la competencia con grandes potencias internacionales como China o India (Rangel, 2023).

La retirada francesa de Malí no debe asociarse a una mejora en el panorama de seguridad. Por el contrario, este se ha deteriorado notablemente, extendiéndose a los países limítrofes como Níger y Burkina Faso. Organizaciones como el Estado Islámico del Gran Sáhara controlan territorios y lleva cabo enfrentamientos contra otras organizaciones como JNIM (Carter et al, 2023). En cuanto a JNIM, además de controlar parte de la zona central el país sometiendo a la población, ha perpetrado ataques contra el binomio formado por las Fuerzas Armadas de Malí y el Grupo Wagner (Carter y Karr, 2023).

En definitiva, la situación en particular en Malí y por extensión en Sahel resulta cada vez más compleja. La presencia de la UE y de Naciones Unidas resulta determinante, pero por sí sola no basta para estabilizar un escenario en el que la Junta Militar maliense no participa del ideario, sobre todo en lo referente a la exigencia de garantizar derechos y libertades, de las organizaciones anteriormente citadas.

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1 Siglas correspondientes a la organización terrorista Al Qaeda en el Magreb Islámico.