Guerra Colonial

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La Escuela Superior de Guerra de Brasil: herencia moderna y singularidad soberanista. La geopolítica formal en Travassos, Do Couto e Silva y Meira Mattos

The Brazilian War College: modern heritage and sovereign singularity. Formal geopolitics in Travassos, Do Couto e Silva and Meira Mattos

Mireia Delgado Castresana
Departamento de Historia, Teoría y Geografía Políticas y Grupo de Estudios ‘Espacio y poder’, Universidad Complutense de Madrid
mireiade@ucm.es

Pedro Limón López
Departamento de Historia, Teoría y Geografía Políticas y Grupo de Estudios ‘Espacio y Poder’, Universidad Complutense de Madrid
pedro.limon@pdi.ucm.es
ORCID: 0000-0001-9705-2875

Recibido: 9/11/2022
Aceptado: 21/11/2022

DOI: https://doi.org/10.33732/RDGC.11.72

Resumen

la imaginación geopolítica moderna ha vinculado históricamente los intereses coloniales e imperiales a los desarrollos científicos y militares organizados y dirigidos por los intereses del Estado territorial, remontándose en sus orígenes a la ‘conversión’ de Europa en mundo con la conquista y sometimiento de las colonias americanas por parte de las coronas castellano-aragonesa y portuguesa. En el caso de la descolonización de la metrópolis portuguesa, Brasil constituyó un ejemplo de autodeterminación nacional marcada por ese pensamiento geopolítico heredado por la modernidad colonial portuguesa, situando en el centro fáctico y narrativo los elementos bélico y científico como rasgos centrales de la independencia y soberanía territorial efectivas de Brasil frente a Portugal. En este trabajo, desde una perspectiva de geopolítica crítica que enfatiza en aspectos vinculados a las eras de la geopolítica, se analizan los modelos formales elaborados por tres de los grandes pensadores del pensamiento militar moderno en Brasil vinculado a la Escuela Superior de Guerra, debido a su condición de actores decisivos durante la dictadura brasileña, no sólo influyendo directamente en el aparato estatal, sino elaborando reflexión académica, a partir de una serie de representaciones y premisas ontológicas y epistemológicas directamente herederas del diálogo entre el pensamiento colonial portugués y la reflexión científico-militar articulada desde algunas elites militares y políticas brasileñas por oposición y contestación a aquél.

Palabras clave:
Escuela Superior de Guerra, Colonialismo, Modernidad, Geopolítica, Determinismo

Abstract

The modern geopolitical imagination has historically linked colonial and imperial interests to scientific and military developments organised and directed by the interests of the territorial State, going back in its origins to ‘conversion’ of Europe into the world with the conquest and subjugation of the America colonies by the Castilian-Aragonese and Portuguese crowns. In the case of the decolonisation of the Portuguese metrópolis, Brazil constituted an example of national self-determination marked by that geopolitical thinkings inherited from Portuguese colonial modernity, placing at the factual and narrative centre the war and scientific elements as central features of Brazil’s effective independence and territorial sovereignty over Portugal. In this paper, from a critical geopolitics perspective that amphasises aspects linked to the eras of geopolitics, the formal models elaborated by three of the great thinkers of modern military thought in Brazil linked to the War College are analysed, due to their condition as decisive actors during the Brazilian dictatorship, not only by directly influencing the state apparatus, but also by elaborating academic reflection, base on a series of representations and ontological and epistemological premises directly inherited from the dialogue between Portuguese colonial thought and the military-scientific reflection articulated by some Brazilian military and political elites in opposition and contestation to the former.

Keywords:
Superior War College, Colonialism, Modernity, Geopolitics, Determinism

INTRODUCCIÓN: HERENCIAS HISTÓRICAS Y PENSAMIENTO MILITAR AUTÓNOMO

El territorio abarcado por el, hoy en día, Estado brasileño ha ido extendiéndose desde que a través del Tratado de Tordesillas (1494) se configuraban los límites territoriales entre las colonias portuguesas y las españolas, fundamentalmente hasta 1822, año en que tuvo lugar la independencia de Brasil del Reino portugués (Romero et. Al, 2012). Este expansionismo es herencia y reflejo de las políticas portuguesas de conquista y colonización no solo desde Portugal hacia el continente americano, sino también internamente hacia las colonias españolas. La proyección de las ideas ilustradas portuguesas hacia este país – considerado en menor desarrollo que el propio –compartía características con la geopolítica civilizatoria dada en Europa desde mediados del siglo XVIII a principios del s.XIX donde el orden político era establecido por las élites burguesas y aristocráticas (Agnew, 2005). En este sentido, la Ilustración portuguesa estuvo caracterizada por ser “autoritaria, estatista, absolutista, preocupada por la difusión del conocimiento vinculado a las ciencias naturales y centrada principalmente en el incremento y mayor eficiencia de la actividad económica”1 (ESG, 2021: 10). Esto se produjo en base a las políticas introducidas en Portugal por el Marqués de Pombal, quién iniciaría el “proyecto imperial luso-brasileño” y, posteriormente, desarrolladas durante el reinado de María I (ESG, 2021: 13).

Por un lado, con el traslado de la élite burocrática y la Corte Portuguesa a Brasil – replicando su modelo administrativo en este país– y, por otro lado, con el nombramiento de Brasil como Reino (1816) de manera pacífica – dejándo atrás la categoría de colonia –, se traslada a la población el imaginario portugués de Brasil como Imperio (ESG, 2021; Romero et. Al, 2012). Esta idea se fundamenta no solo en la posición geoestratégica de Brasil y en su vasto territorio, sino también en la riqueza de su paisaje y su suelo, como podemos interpretar del extractivismo de oro y diamantes en la región, que permitiría el desarrollo de rutas comerciales y la predominancia de Brasil en el subcontinente americano (ESG, 2021: 13). Estas nociones fueron asumidas por las propias élites brasileñas y empleadas posteriormente en las concepciones geopolíticas promulgadas por las Escuela Superior de Guerra durante el s.XX – como, por ejemplo, en los textos de Golbery do Couto e Silva o de Meira Mattos. Este hegemonía fue interpretada de manera que Brasil, en base a su ‘espacio vital’, tenía necesidades ‘naturales’ de expansionismo interno en la región y de fortalecimiento de las fronteras externas (ESG, 2021: 59), predominando, de esta manera, una geopolítica naturalizadora donde todos los asuntos políticos quedaban relegados a las ‘exigencias biológicas’ del Estado (Agnew, 2005).

Todo el complejo burocrático que, en un primer lugar, reside bajo el poder de las élites aristrócratas y burguesas portuguesas y, posteriormente, de las élites militares brasileñas, tiene un papel fundamental en la conformación del Estado y de la nación brasileña. Es así, que se transmiten estos planteamientos a la población civil y esto acaba facilitando la construcción de una identidad común para el pueblo brasileño, cuyas premisas ganan fuerza fundamentalmente tras su independencia (ESG, 2021; Romero et. Al, 2012). A través de estas ideas se imponen unos ‘intereses nacionales’ a toda la población definidos por esta élite, convirtiéndose en un objetivo para ellos fundamental, no solo preservar y asegurar su seguridad nacional de las amenazas internas y externas, sino también expandir su ‘espacio vital’ a través de “la conquista de los mercados y las mentes” (ESG, 2021: 63), es decir, una conquista de la ideología en la región.

De esta manera, con la intención de consolidarse como una potencia, tanto a nivel interno, como una nación fuerte y, a su vez, como potencia del subcontinente latinoamericano, y contando con una élite militar brasileña muy poderosa heredera del aparato administrativo y político de Portugal, se da un golpe de Estado que supone la instauración del Estado novo (1937) en base al Proyecto Nacional liderado por Getúlio Vargas (ESG, 2021: 23; Romero et. Al, 2012: 239). En este marco y añadido a un beligerante contexto internacional tras la Segunda Guerra Mundial y con el comienzo de la Guerra Fría se produce la inauguración de la Escuela de Guerra Superior en Brasil (1948) – como réplica de las que ya habían sido creadas en Estados Unidos y como aliada de las mismas – compuesta no solo por militares, sino también por civiles en “búsqueda de un estímulo intelectual multidisciplinario” (Ministerio de Defensa, 2022), siguiendo la lógica de la Seguridad Nacional. Este proyecto – sustentado ideológicamente por la geopolítica de Mário Travassos, Golbery do Couto e Silva o Meira Mattos, entre otros – coordinaría las iniciativas que desembocaron en un nuevo golpe de Estado perpetrado por Castelo Branco (1964) (Simões, 2009).

En este artículo se examinan los trabajos desarrollados por estos tres actores clave dentro del pensamiento geopolítico brasileño no sólo porque constituyeron hitos dentro de la geopolítica formal llevada a cabo por la Escuela Superior de Guerra de Brasil –situando en el centro del foco político la dinámica bélica, tanto hacia el exterior como hacia el interior de los intereses estatales brasileños-, , sino porque fueron tres actores decisivos durante la dictadura brasileña, en la medida en que “elaboraron y escribieron proyectos, planos, análisis, artículos y libros (…) e influyeron decisivamente en el rumbo -político- de Brasil” (Da Silva y Dal Moro, 2017: 126), y, en relación a la producción del conocimiento, fueron productos del diálogo entre el pensamiento colonial heredado de la dominación portuguesa, la época del Imperio brasileño y la singular descolonización y autodeterminación desarrollada en Brasil con un peso predominante de las elites militares, tanto en términos prácticos como académicos.

En el próximo apartado se sientan las bases teóricas desde las que partimos en nuestro análisis, situándonos dentro del enfoque de la geopolítica crítica –en relación a la geopolítica formal desarrollada por la Escuela Superior de Guerra en torno a estas tres figuras centrales-, y más específicamente siguiendo las herramientas conceptuales de las eras de la geopolítica perfiladas por John Agnew (2005).

Posteriormente especificamos la relevancia de la geopolítica formal aquí analizada, así como desarrollamos un análisis pormenorizado de los tres modelos geopolíticos principales elaborados por Mario Travassos, Golbery do Couto e Silva y Carlos Meira Mattos, estableciedo sus elementos principales de convergencia y singularidad histórica a través del análisis crítico del discurso y la hermenéutica historiográfica, comparando al fin sus premisas estructurales con las dimensiones y categorías establecidas en torno a las eras de la geopolítica. Asimismo, se establece una síntesis crítica en torno a las formas de diálogo y contestación que desarrollan estos tres modelos en relación a la herencia de colonización y descolonización de la potencia colonial portuguesa, reflexionando en torno a los horizontes de posibilidad del pensamiento geopolítico moderno. Finalmente, las reflexiones finales dan cuenta de las convergencias existentes en el caso de estudio aquí mostrado entre la geopolítica formal y la geopolítica práctica, así como analiza las paradojas existentes en un desarrollo autodeterminado del pensamiento geopolítico que está inextricablemente unido a la herencia colonial y los elementos estructurales de las eras de la geopolítica y de los órdenes geopolíticos existentes en cada contexto histórico específico.

EL PROYECTO DE LA GEOPOLÍTICA CRÍTICA: UNA MIRADA REFLEXIVA Y GEOHISTÓRICA

La perspectiva teórica adoptada en este trabajo entronca directamente con el enfoque de la geopolítica crítica, toda vez que enfatiza en el significado de la geopolítica “como una práctica discursiva por la cual diversos grupos de intelectuales de gobierno espacializan la política internacional para representarla como un mundo caracterizado por tipos determinados de lugares, gentes y relatos” (Agnew, 2005: XII). En esa espacialización del mundo, han tenido un peso determinante las potencias dominantes en cada contexto histórico, pero la gran narrativa que ha vehiculado dicho relato ha sido el pensamiento geopolítico moderno acuñado en Europa, caracterizado por un enfoque estadocéntrico, por un lado, y por un vínculo entre el conocimiento científico, los intereses de gobierno y la conquista colonial, por otro (Sharp y Dowler, 2011: 147).

En esa separación entre el objeto externo y el sujeto estatal fue esencial tanto la articulación cartográfica como las formas de razonamiento práctico que establecían una serie de diretrices políticas consecuentes con –y reproductoras de- dichas formas de pensamiento moderno, erigiéndose como un aspecto esencial del pensamiento geopolítico moderno la denominada ‘geopolítica formal’ –en este caso, a través de los modelos geopolíticos de Travassos, Couto e Silva y de Meira Mattos-.

Desde el punto de vista del origen del pensamiento geopolítico –quién construye esa forma de reflexión-, se ha diferenciado entre geopolítica formal, geopolítica práctica y geopolítica popular (Dodds, 2014). Si bien las tres formas de articular el pensamiento geopolítico son esenciales y están relacionadas en cada contexto histórico específico, aquí enfatizamos en el ámbito formal del razonamiento geopolítico, que no sería sino los trabajos de análisis y estudios o modelos académicos que espacializan el mundo y los diferentes territorios del mismo de acuerdo a una serie de premisas ontológicas y epistemológicas que dan forma al mismo.

La centralidad de la geopolítica formal como objeto de estudio en este trabajo se debe a una razón doble: en primer lugar, porque debido al discurso dominante en los orígenes de la geopolítica científica alrededor de al objetividad de la Ciencia, los modelos académicos tienden a estar provistos de una narrativa de neutralidad que tiende a ocultar los intereses políticos bajo ese efecto de verdad científica heredada de la cartografía. Como se ha dicho:

Por su propia comprensión y términos, la geopolítica es asumida como un ámbito de verdades sólidas, realidades materiales y hechos naturales incuestionables. Los geopolíticos han tratado sobre el supuesto materialismo objetivo en el análisis geopolítico (…). El análisis geopolítico es tan imparcial como puede serlo cualquier sistema político o filosofía. Dirige la base de la política internacional, las realidades geopolíticas permanentes alrededor de las cuales se desarrolla la disputa de acontecimientos en la política mundial. Estas realidades geopolíticas se consideran duraderas, determinantes físicos de la política exterior. La geopolítica, conforme a tal esquema, se asume como un fenómeno no-discursivo: está separado de lo social, de lo político y de las dimensiones ideológicas de la política internacional. La gran ironía de los escritos geopolíticos, sin embargo, es que siempre fue una forma de análisis profundamente ideológica y politizada. La teoría geopolítica desde Ratzel a Mackinder, de Haushofer a Bowman, de Spykman a Kissinger no fue nunca una actividad objetiva y desinteresada, sino una parte orgánica de la filosofía política y de las ambiciones de los propios intelectuales públicos. Mientras las formas de escritura geopolítica han variado entre éstos y otros autores, la práctica de producir teoría geopolítica tiene un tema común: la producción del conocimiento para respaldar la práctica de la estatalidad y, por tanto, ampliar el poder del Estado (Ó Tuathail y Agnew, 1992: 192).

En segundo lugar, la geopolítica formal suele estar estrechamente relacionada con la geopolítica práctica, que son aquellas prácticas políticas realizadas desde “las elites del Estado, tanto civiles como militares, evaluando las zonas que están más allá de sus fronteras de acuerdo con la amenaza potencial que representan para su seguridad nacional” (Taylor y Flint, 2002: 67), en la medida en el ámbito académico intenta influir sobre la política mundial desde los intereses estatales y la geopolítica práctica consolida o contesta dichos modelos. No obstante, en el caso que nos ocupa los actores científicos y políticos responsables de elaborar los modelos geopolíticos formales y de establecer las directrices en términos de geopolítica práctica eran en gran parte los mismos, alentados además por una configuración de la política mundial que dotaba de cierto margen o ‘tolerancia’ a numerosos desarrollos políticos internos durante la dictadura brasileña (Grossman, 2022).

El uso de la Geografía, y más concretamente de la Geopolítica, como una ‘Ciencia de Estado’ (Cairo, 2010, 2013), no es, por supuesto, un elemento nuevo en la configuración de estructuras estatales, y tampoco lo fue en el caso de la Escuela Superior de Guerra en Brasil. Al incorporar ese pensamiento geopolítico moderno a partir del razonamiento colonial, también se añadió un elemento nuclear del pensamiento estadocéntrico y una serie de premisas tecnocráticas dentro del razonamiento geopolítico que superponían un discurso de neutralidad científica a los intereses particulares del Estado (Agnew y Muscará, 2012). No obstante, estos objetivos políticos estatales dependían, a su vez, de una serie de reglas y normas asumidas en la política mundial que articulaba modos particulares de comprender la geografía mundial y formas de razonamiento práctico desarrolladas desde la singularidad estatal en relación a dichas normas o reglas dominantes en la política mundial –vinculadas a los órdenes geopolíticos, en sentido amplio- (O´Tuathail y Agnew, 1992; Taylor y Flint, 2002).

Es en esta continuidad y periodización de la imaginación geopolítica moderna conforme a esas reglas dominantes el contexto en que pueden incluirse las ‘tres eras de la geopolítica’ (Agnew, 2005). Además de la búsqueda por la supremacía por parte de las grandes potencias, existiría el mantenimiento del lenguaje basado en diferencias espaciales articulado sobre metáforas temporales, la concepción del mundo como un ‘todo’ y la exclusividad de los Estados territoriales como actores de la política mundial. De acuerdo a las premisas de dicho planteamiento, hay continuidades y recurrencias históricas que se mantendrían entre esas eras geopolíticas y hasta nuestros días y que implicaría que las representaciones e imaginarios sobre los que se construye la política mundial no surgen de forma espontánea o autónoma a partir de un modelo cartográfico o un plan de intervención militar concreto, sino que están históricamente configurados y constituyen acepciones comúnmente aceptadas en la praxis política, sobre todo desde la perspectiva estadocéntrica.

Según dicho análisis, han existido tres grandes eras de la geopolítica (Agnew, 2005: 101-134): la era de la geopolítica civilizatoria, la era de la geopolítica naturalizadora y, finalmente, la era de la geopolítica ideológica. La era de la geopolítica civilizatoria, que estaba construida a partir de una concepción del dominio europeo basado en su condición de región cultural y establecida durante el contexto histórico inmediatamente posterior al Congreso de Viena que puso fin a la Revolución Francesa, podía agruparse en torno a los siguientes rasgos:

1) la dedicación a la sin par civilización europea; 2) una creencia en que las raíces de la singularidad europea se encontraban en su pasado; 3) un sentimiento de que otras culturas, aunque pudieran tener un noble pasado con grandes logros, habían sido eclipsadas por Europa, y 4) una creciente identificación con un Estado-nación en concreto como representación de la versión más perfeccionada de la diferencia europea (Agnew, 2005: 104).

En seguno lugar, la era de la geopolítica naturalizadora implicaba “representar lo humano desde el punto de vista de los procesos y fenómenos naturales” (Agnew, 2005: 110), a partir de una concepción del mundo dividida entre imperios y colonias, por un lado, y la asunción de ‘verdades científicas’ dadas por hecho, por otro, lo que implicaba la aceptación de características geográficas y medioambientales sobre las que sólo se podía influir o actuar mediante la intervención, dado que se daban por supuestas, lo cual restaba intencionalidad política a las acciones desarrolladas por los actores estatales bajo el parapeto del razonamiento científico. En síntesis:

La característica definitiva de la geopolítica naturalizadora fue el hincapié que hizo en el carácter determinante de la ubicación geográfica o las condiciones medioambientales. El relativo éxito de ciertos Estados en la competición internacional era atribuido a las ventajas absolutas que le proporcionaba su localización y a unas condiciones medioambientales superiores. Los estrategas militares consideraban que los Estados ‘marítimos’ (Estados al borde de las masas terrestres) poseían ventajas intrínsecas en comparación con los Estados ‘interiores’, ya que tendrían menos Estados vecinos o contiguos y, por lo tanto, menos enemigos en potencia. Los Estados ‘oceánicos’ o potencias marítimas se consideraban superiores a los ‘continentales’ o potencias terrestres respecto al control sobre los océanos, que constituían las principales vías para los desplazamientos globales (Agnew, 2005: 119).

Por último, se puede destacar la era de la geopolítica ideológica, que estaba marcada por el carácter de conflicto ideológico polarizado entre los bloques occidental y socialista durante la Guerra Fría, si bien incluía mitos anteriores procedentes de las eras previas. En esta era de la geopolítica ideológica:

La imaginación geopolítica de la Guerra Fría, por tanto, a pesar de ser claramente ideológica en el sentido de que existían dos modelos político-económicos opuestos, también extendió ‘mitos’ naturalizadores que podrían ser examinados periódicamente. Estos mitos permitieron que la Guerra Fría se convirtiera en una profecía que se autocumplía y que estaba situada más allá de cualquier consideración racional. En conjunto, la articulación de la geopolítica de la Guerra Fría ayudó a asegurar y reforzar una serie de ‘identidades geográficas’ (Occidente, la Unión Soviética, los Estados Unidos), y sirvió para controlar las diferencias sociales y culturales dentro de estos espacios (…). La polaridad entre los Estados Unidos y la Unión Soviética fue fundamental en este proceso (Agnew, 2005: 134).

Aunque en términos históricos, la Guerra Fría fue la era de la geopolítica ideológica propiamente dicha, el autor sostiene que ha habido continuidades dentro de este razonamiento geopolítico a lo largo de la Historia (Agnew, 2005: 134), tal como se muestra con la continuidad de modelos geopolíticos producidos durante la era de la geopolítica naturalizadora con continuidad hasta la actualidad. Es en este punto donde debemos enfatizar la importancia de las eras de la geopolítica para comprender los modelos geopolíticos aquí analizados producidos por la Escuela Superior de Guerra brasileña, ya que no sólo constituían representaciones dominantes dentro de la geopolítica formal, sino que en los tres casos analizados se situaban en un contexto histórico particular donde tanto las continuidades de las premisas asumidas dentro de dichas eras de la geopolítica, como las quiebras generadas desde el interior de dichos modelos, estaban mediadas por la praxis estatal liderada por el aparato de Estado mayor en Brasil entre la década de 1930 y finales de la de 1980. La ‘geopolítica’ estatal brasileña tiene, en este sentido, una relevancia capital en las formas en que se articulan no sólo la praxis geopolítica realmente existente por parte de estos actores estatales en la esfera supranacional, sino los horizontes de conocimiento y las representaciones a través de las cuales conocemos e interpretamos esa ‘geopolítica’ en consonancia con los intereses de Brasil en cada contexto específico y, conforme a dichas eras de la geopolítica, en diálogo y contestación con la herencia del pensamiento moderno y colonial portugués.

LEYENDO LA PRAXIS DESDE LA GEOPOLÍTICA FORMAL: LA ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA COMO NÚCLEO DE PRODUCCIÓN POLÍTICA DEL CONOCIMIENTO

Además de la importancia conceptual de las eras de la geopolítica acuñadas por Agnew (2005) en el análisis de los modelos geopolíticos aquí estudiados, se han de matizar algunos aspectos vinculados a la selección de dichos modelos, así como referidos a la metodología desarrollada.

En cuanto al primer aspecto, hay que considerar que el pensamiento militar brasileño tiene su origen en el período colonial y una profunda evolución en la época imperial, culminando en un debate estratégico en el período de entreguerras que confluía con las reflexiones elaboradas por la Geopolitik alemana (Castraio Aguiar, 2018), proceso de continuaría durante el período democrático hasta el golpe de Estado encabezado precisamente por la cúpula castrense en 1964. En este sentido, el pensamiento estratégico brasileño se inspira ampliamente en las premisas modernas procedentes de la metrópolis colonizadora, Portugal, a la vez que incorpora una versión propia de esa modernización colonial a partir de la configuración del Imperio brasileño y hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, generándose la convergencia entre los planteamientos propios de la geopolítica civilizatoria y la geopolítica naturalizadora, anteriormente descritos. Dentro de dichos planteamientos, la figura de Mario Travassos emerge a través de un modelo geopolítico articulado en su ‘Proyección Continental de Brasil’, publicada en 1935 y que sentaría las bases de una proyección geopolítica hacia el exterior por parte del Estado brasileño a partir de una serie de premisas que incorporaban el proyecto civilizatorio portugués a los preceptos asumidos por Travassos vinculados al modelo del ‘Corazón continental’ de Mackinder.

Por su parte, Golbery do Couto e Silva encarna el realismo político en su máximo apogeo en el caso brasileño, así como esboza un modelo clave entre la geopolítica naturalizadora anterior y los planteamientos dicotómicos inherentes a la geopolítica ideológica, contexto en que Brasil se situaría al lado del bloque occidental liderado por Estados Unidos y, como elemento central dentro de su singularidad, como pilar de la seguridad nacional estarían los aparatos militares al frente de dicho proyecto. Finalmente, el caso de Meira Mattos es aún más complejo en la relación entre geopolítica formal y geopolítica práctica, puesto que, al igual que sus predecesores, no sólo se erigió como el máximo representante del pensamiento geopolítico durante un período concreto -durante la década de 1970-, sino que, influido por su peso decisivo no sólo en el golpe militar de 1964 sino también en la represión interna llevada a cabo por las Fuerzas Armadas sobre la participación y representación política (Da Silva y Dal Moro, 2017). Todo ello a partir de un pensamiento geopolítico que, si bien estaba inserto en la era de la geopolítica ideológica, recuperó en buena medida algunos planteamientos de la geopolítica naturalizadora de Ratzel, ofreciendo un tipo de neutralización y normalización del conflicto interno, así como elementos propios del determinismo ambiental y geográfico anterior.

En cuanto a la metodología utilizada, se sigue un tipo de análisis hermenéutico e historiográfico a partir del análisis crítico del discurso centrado en las prácticas de producción política del conocimiento (Chouliaraki y Fairclough, 1999: 23), articuladas desde los modelos geopolíticos formales elaborados por las tres figuras militares anteriormente referidas. Considerando que la hermenéutica crítica nos permite relacionar texto, contexto histórico y agencia de diferentes sujetos sociales (Denzin y Lincoln, 2005: 311-312), el análisis desarrollado se basa en una visión histórica del análisis cartográfico y los efectos políticos y sobre la producción del conocimiento de la imagen cartográfica, así como en el uso de herramientas de categorización retórica basadas en las premisas y conceptos establecidos por Agnew (2005) en relación a las eras de la geopolítica.

Respecto al primer elemento, la cartografía se convirtió en una representación dominante en tanto que sistema objetivo y universal de producción del conocimiento imbuída por un efecto de verdad y neutralidad científica, pese a que la creación de imágenes cartográficas y la lectura de los mapas estaban llenas de sesgos en la recopilación e interpretación de los datos. Considerando que “la imagen cartográfica es la representación estructurada de una información espacial seleccionada” (Johnston et al, 2000: 320), constituye una información central para conocer el predominio y normalización de una representación e imaginario del mundo por encima de otras, ubicando también así los límites conocidos y las áreas espacialmente reconocidas.

Esta información espacial representada en el mapa será esencial para conocer hasta qué punto está institucionalizada una imagen del mundo y no otra, dónde se establecen los límites conocidos o cuáles son las áreas que son interiorizadas de una forma u otra, tal como se mostrará en el análisis de los modelos geopolíticos articulados desde la Escuela Superior de Guerra en Brasil. En cuanto al análisis categórico de la retórica, se establecen pares categóricos textuales con el fin de codificar lo analizado e identificar las características retóricas a través de las cuales se construyen o reafirman distintos procesos sociales (Denzin y Lincoln, 2005: 830), en este caso esenciales en el pensamiento geopolítico y soberanista articulado en Brasil por parte de la s fuerzas armadas. En este sentido, el estudio unifica de forma transversal dos conjuntos de categorías, comparando los modelos geopolíticos con los rasgos inferidos de las eras de la geopolítica y, simultáneamente, analizando los referentes de aquellos en relación con el pensamiento moderno, colonial e imperial que dio forma a una estructura singular de pensamiento estratégico nacional en Brasil e influyó en su ubicación en la política mundial.

Esbozos del ‘heartland’ en América: la proyección continental de Mario Travassos

Mario Travassos se considera el predecesor de las líneas maestras de lo que posteriormente sería la Escuela Superior de Guerra en Brasil, no sólo por la sistematización académica de sus reflexiones en sus modelos propios de lo que se ha definido anteriormente como geopolítica formal, sino por su intervención en la geopolítica práctica de Brasil tanto en la instrucción de personal militar y diplomático desde que fue ascendido a comandante en 1925 –fundando posteriormente la Academia Militar de las Agujas Negras, escuela de enseñanza superior de oficiales de infantería-, sino, muy especialmente, por su intervención en el Estado mayor del Estado brasileño desde 1940 (Farias Vlach, 2003). Favorecido por la pretensión de construir un desarrollo nacional desde el Estado por parte del gobierno de Getulio Vargas, el auge de la geopolítica brasileña comienza a configurarse a partir de la sistematización del modelo elaborado por Travassos en su libro ‘Aspectos geográficos sudamericanos’ en 1931 y reeditado posteriormente –en 1935- con el nombre que le convirtió definitivamente en una obra de referencia fundacional del pensamiento geopolítico en Brasil y en la región latinoamericana: ‘Proyección Continental de Brasil’.

Influido por el pensamiento dominante de la era de la geopolítica naturalizadora –especialmente por Ratzel, Mackinder y Vidal de la Blache desde el continente europeo (Farias Vlach, 2003), así como por los planteamientos geoestratégicos ligados a la navegación marítima acuñados por el almirante Mahan en Estados Unidos-, Travassos enfatiza en la relación entre geografía y política a la hora de analizar la posición de Brasil en clave regional –y de ahí la propuesta de ‘proyección continental’-, así como simultáneamente estudia las alternativas políticas brasileñas en relación a la influencia cada vez más determinante de Estados Unidos tanto en la región como en la política mundial a partir de un enfoque que miraba los aspectos geográficos tanto en clave determinista como en clave posibilista. Bajo las premisas de un conflicto inherente entre los procesos geográficos marítimos y terrestres –o, lo que es sinónimo bajo el modelo de Mackinder, entre potencias marítima y terrestre-, el autor proponía conciliar un elemento nuclear de dicha diatriba –en este caso, el tráfico comercial y el control de las rutas de navegación- a través del acceso y/o influencia mediante los puertos de la costa Atlántica y la del Pacífico (Travassos, 1938, 1942), por un lado, y la rivalidad del Río de la Plata y el Amazonas, por otro.

Como se ha dicho:

El autor identificó dos antagonismos presentes en la región, con consecuencias geopolíticas: (i) la atracción del Atlántico frente al Pacífico, (ii) la Cuenca del Plata frente a la Cuenca del Amazonas. En el primero de estos antagonismos, por razones geográficas ya mencionadas aquí, prevalecería la atracción del Atlántico. El segundo se resolvería con una disputa entre los países atlánticos, Brasil, país predominantemente amazónico, y Argentina, platino. Brasil se proyectaría a través de su política de comunicaciones amazónicas este-oeste, utilizando la construcción de enlaces intermodales transversales (bioceánicos). Sus objetivos eran contener la capacidad de proyección de Argentina hacia la región de Platino (en dirección sur-norte), desligando la importancia de las conexiones ferroviarias entre las capitales de los países vecinos y Buenos Aires; y dar a Brasil una proyección hacia el Pacífico y la zona pivote sudamericana (la zona central de la disputa, el altiplano boliviano). Así, Brasil convertiría a los países de la costa del Pacífico y del interior del continente en afluentes de sus puertos y de su economía -al tiempo que buscaban conectarse con el Atlántico- a través de las vías de comunicación con los puertos brasileños (Padula y Fiori, 2016: 546).

La proyección continental en este modelo suponía una expansión estratégica definida también por una premisa de determinismo geográfico alrededor de Brasil que “por su espacio y posición geográfica, contiene indiscutiblemente la resultante política” (Travassos, 1938: XXIII), desde una vertiente determinista ambiental que legitimaba la división de América del Sur expuesta por Travassos, así como la expansión del dominio político y la influencia geopolítica a partir de la extensión y el dominio territorial estatal mediante la organización y la planificación territorial militar del interior brasileiro. Ahora bien, la forma en que Travassos articula esa proyección continental tiene diferentes elementos geográficos y escalas de análisis. Por un lado, establece una rivalidad entre Brasil y Argentina como punto de partida a partir de los criterios anteriormente señalados en términos de navegación marítima y, además, en función del transporte y las comunicaciones internas, que considera una problemática esencialmente geográfica y que permitirían establecer el control de unas tendencias geográficas sobre otras -en este caso, el Brasil amazónico por encima de la espacialidad platense como ‘inversión’ del predominio del Atlántico hacia el Pacífico (Travassos, 1938: 106-siguientes)-.

Por otro lado, Travassos establece dos directrices a tener en cuenta: la necesidad de una modernización del interior del Estado -en términos de transporte y comunicaciones-, así como el impacto que esa red de infraestructuras tendría sobre el tránsito dirigido al Pacífico2. Ambas dimensiones darían un dominio brasileño sobre las comunicaciones y, así mismo, permitiría consolidar el papel funcional dado tanto a las denominadas ‘regiones naturales’ como a los puertos marítimos de Brasil a escala regional.

En última instancia, la rivalidad entre Argentina y Brasil sería vista por parte de Travassos como un correlato de los horizontes de posibilidad de consolidar una acumulación de fuerzas de cara a una futura rivalidad continental frente al Estado argentino y, en un plano secundario, a la posibilidad de incrementar la influencia en todo el continente en paralelo al dominio creciente de Estados Unidos, no sólo a escala regional, sino global3. En este sentido, son significativos dos puntos culminantes en las líneas maestras de la proyección continental de Brasil: el determinismo geográfico, inherente a la geopolítica naturalizadora, se ve reforzado con el énfasis en la pretensión de influir sobre Bolivia al ser considerado el centro geográfico de Sudamérica y, por ende, el punto clave sobre el que influir para ganar dominio geopolítico en la región. Además, como correlato del colonialismo histórico y coetáneo a la propuesta de Travassos, propone un movimiento hacia Occidente –“¡hacia el Oeste!” (Travassos, 1938: 210)-, que sería tanto desde el punto de vista de la geografía física -fundamentalmente a través de las rutas de navegación marítima- como en términos de representaciones e imaginarios geopolíticos de referencia -los referentes de modernización y racionalidad ‘occidental’, algo que entroncaría con las premisas de la geopolítica civilizatoria acuñada por Agnew (2005)-.

No es obvio si en última instancia esa pretensión de modernización interna y de control de rutas y puertos de navegación desde el enfoque de Travassos implicaban exclusivamente un intento de ejercer un dominio o hegemonía regional -a partir de esa proyección continental- o si, en caso de producirse una progresión óptima de dicho modelo, podría rivalizar con la influencia estadounidense, aunque sí es explícita la asunción de la necesidad ‘desarrollista’ de un modelo de modernización interna que pasaba por el liderazgo de la infraestructura y los aparatos del Estado brasileño como condición necesaria de una emancipación y autogobierno nacional pleno, así como una condición sine qua non para que Brasil pudiese ejercer un dominio -o hegemonía- regional (Farias Vlach, 2003). Sea cual fuere la línea causal -un predominio geopolítico en la región como garantía de dominio estatal, una necesidad de modernización para ejercer esa influencia geopolítica-, las políticas territoriales implementadas por el gobierno de Vargas durante la década de 1930 y parte de 1940 mostraban que el modelo de Travassos consiguió influir tanto en la creencia de la necesidad de los aparatos estatales para ‘desarrollar’ -o modernizar- internamente a la propia población, como en la causalidad adscrita a elementos geográficos que, bien por las premisas naturalistas, bien por considerar su carácter determinista, explicaban en gran medida las aspiraciones de la elite política y militar brasileña del momento a partir de la ‘traducción’ de la proyección continental de Travassos, que en todo momento establece un nexo entre la unidad geográfica de Brasil, la modernización interna con la premisa de separar la Naturaleza de la sociedad para delimitarla y conquistarla, y la asimilación entre desarrollo estatal, eficiencia de las comunicaciones y posibilidad de influencia política regional.

Imagen 1. Mapa de la distribución funcional de las regiones naturales en Brasil

Fuente: Travassos (1938: 89).

En términos de geopolítica práctica, este modelo formal no adscribía todas las posibilidades de acción a las Fuerzas armadas, a diferencia de los modelos posteriores, pero sí otorgaba a los aparatos militares no sólo una posición de primacía en garantizar el desarrollo nacional en el Estado Novo, sino la presencia cuasi obligada en los territorios que se iban conectando al resto y, especialmente, en las regiones de frontera brasileñas con el resto de Estados limítrofes (Farias Vlach, 2003; Padula y Fiori, 2016). Cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, el realismo político experimenta una expansión exponencial y el orden bipolar en el mundo sienta las bases de la denominada ‘era de la geopolítica ideológica’, esa presencia militar se expande no sólo hacia el control interno o la orientación en política exterior, sino que se convierte en un referente de la reflexión académica y el análisis geopolítico: en el caso brasileño ello dio pie a la creación, en 1949, de la Escuela Superior de Guerra, liderada por militares que habían combatido en la Segunda Guerra Mundial en la Fuerza Expedicionaria Brasileña y que constituyeron un organismo que tuvo una influencia determinante en el pensamiento político brasileño tanto hacia el exterior -con la pretensión de hacer de Brasil una gran potencia-, así como en la dirección política de Brasil durante los siguientes cuarenta años a partir de una “doctrina esencialmente brasileña (…) que utilizaba la aplicación del poder nacional” (Meira Mattos, 2002: 3). Un poder que, reformulando la noción de seguridad nacional, haría confluir las nociones de modernización y contención hasta los cimientos de su propio Estado.

El planeamiento estratégico torna hacia el interior: Geopolítica de Brasil y expansión de la contención en Golbery do Couto e Silva

La Escuela Superior de Guerra brasileña (ESG), conformada desde el año 1949, influencia en gran medida a la política tanto interna como externa del país. En este sentido, toda la élite militar y civil – herencia de la élite y burocracia portuguesa – tiene un papel fundamental en la construcción y asentamiento ideológico del Golpe de Estado que tiene lugar en 1964 por Castello Branco, es decir, muchas de sus premisas están basadas en la doctrina geopolítica de algunos de los militares inmersos en la ESG. De aquí surgen dos conceptos, utilizados como justificación para todas las acciones que se llevarían a cabo después, interrelacionados e interdependientes: la ‘Seguridad Nacional’ y el ‘Desarrollo’ (Lima de Medeiros, 2016; Simões, 2009).

Golbery Do Couto e Silva tiene un papel central, tanto dentro de la ESG como uno de los teóricos geopolíticos principales de esta, como posteriormente en el origen del Golpe de Estado, así como en los sucesivos gobiernos que tienen lugar durante el mismo, ya no solo a través de su influencia académica, sino en la materialización geopolítica de su doctrina asumiendo diferentes cargos políticos (ESG, 2021). Inmerso en la ESG, en el contexto de la Guerra Fría e influenciado por las relaciones entre Brasil y las Potencias Aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, Golbery Do Couto e Silva publica en 1957 Aspectos Geopolíticos do Brasil, donde desarrolla – dejando atrás el principio de defensa nacional que había sido un concepto clave hasta ese momento– la ya mencionada Doctrina de Seguridad Nacional, que sirve como eje político en Brasil para los años posteriores. De esta manera, su obra se centra no solo en los aspectos militares y de seguridad, sino que da un gran espacio para los aspectos económicos, socioculturales y políticos que ha de conseguir la nación brasileña .

Para la Doctrina de Seguridad Nacional cobra entonces un papel principal el concepto de nación brasileña, que ya había sido generado por parte del Estado brasileño – en base a las ideas portuguesas introducidas muchas de ellas por el Marqués de Pombal, que veían la posibilidad de extensión de Brasil a potencia, sobre todo, a nivel regional – y que es revalorizado por la ESG y, concretamente, por Golbery do Couto e Silva (ESG, 2021). Esta idea quiere reunir los intereses nacionales de toda la población, que han de ser – según el autor – definidos por una élite tecnoburocrática aplicando la idea de Seguridad Nacional y evitando dos amenazas centrales: tanto “el pluralismo político como la infiltración de ideas políticas extranjeras”. En relación a esto, Golbery plantea la necesidad de una planificación estratégica “siguiendo un proyecto basado en objetivos nacionales orgánicos” (ESG, 2021: 43; Neves, 2019: 56). Estos objetivos se ven atravesados por diferentes características que configuran las tres eras geopolíticas de Agnew (2005)4, es decir, tienen componentes naturalizadores, civilizatorios e ideológicos que tienen como fin establecer la hegemonía de Brasil y la pretensión de asentar una ideología concreta – identificada por Golbery como la occidental – hacia el interior y hacia la región de América Latina.

Por tanto, en todo esto cobra importancia la geopolítica formal de Golbery para poder analizar la materialización de sus premisas, la geopolítica práctica. Así lo plantea:

La geopolítica brasileña debe caracterizarse, sobre todo, como: geopolítica de integración y valorización espacial; geopolítica de expansionismo hacia el interior y, también, de proyección pacífica hacia el exterior; geopolítica de contención, a lo largo de las líneas fronterizas; geopolítica de participación en la defensa de la civilización occidental; geopolítica de colaboración continental; geopolítica de colaboración con el mundo subdesarrollado, aquí y en el exterior; y geopolítica de seguridad frente a la dinámica de los grandes centros de poder externos (Do Couto e Silva, en ESG, 2020: 64).

De esta manera, de los textos de Golbery do Couto e Silva podemos extraer dos formas centrales de expansionismo: por un lado, una defensa de un expansionismo ideológico y, por el otro, territorial, diferenciando así entre la proyección interior y exterior de la geopolítica y geoestrategia brasileña.

En defensa del primer planteamiento –el expansionismo ideológico –, Golbery plantea el concepto de “guerra ideológica”, clave para entender el análisis internacional del que parte y las consecuencias que esto podían suponer para la nación brasileña (Simões, 2009: 853). Golbery – en el contexto de la Guerra Fría – expone la existencia de dos bloques diferenciados con características totalmente opuestas: Occidente y Oriente. Brasil, según este planteamiento, se identifica como una nación occidental y como garante de esta ideología a nivel regional, entendiendo de esto que se han de preservar tres valores fundamentales: la democracia5, la ciencia y el cristianismo. Por otro lado, se están viendo amenazados por un enemigo que viene dado por un Oriente comunista y ateo (Do Couto e Silva, 1967; Simões, 2009: 840). Esta autoidentificación y defensa del bloque occidental – que viene dada, en gran medida, por la influencia y presencia portuguesa en la construcción del Estado brasileño y, posteriormente, por las estrechas relaciones entre Estados Unidos y Brasil durante la Segunda Guerra Mundial – supone un planteamiento de imaginación geopolítica donde se refuerza la identidad geográfica de “Occidente”, en este caso, como forma de legitimar y justificar la expansión de Brasil hacia la región sudamericana y a su vez el fortalecimiento y cohesión de sus fronteras continentales y de sus políticas internas a través de la Doctrina Nacional de Seguridad (Agnew, 2005; Marín 2017: 24).

Bajo esta Doctrina y frente a la vulnerabilidad de Brasil a “la agresión comunista, enmascarada bajo la forma de infliltración y subversión directa” (Régis, 2020: 24), se plantea el expansionismo territorial en forma de planificación desarrollista hacia el interior. De esta manera, las dos ideas clave de sus postulados son: la integración y la valorización del territorio nacional (Do Couto e Silva, 1981; ESG, 2021: 64). Para la consecución de este objetivo, Golbery plantea la necesidad de racionalizar y controlar todo el territorio nacional a través de, primero, ocupar los diferentes vacios demográficos que se daban fundamentalmente en el norte y oeste del país; segundo, de la construcción de una infraestructura que comunicase e integrase a todo Brasil (ESG, 2021: 27). Extendiendo, a raíz de estas dos premisas, el poder y la influencia del Estado brasileña a todo su territorio.

Ya antes, Juscelino Kubitschek llevó a cabo lo que se conoce el Plan de Metas – durante su gobierno entre 1956 y 1961 –, un proyecto que supuso el desarrollo económico del país y que implicó una gran inversión en industria e infraestructuras, situando a Brasil en una posición hegemónica en la región de América Latina, fundamentalmente sobre Argentina (ESG, 2021, pág. 29). Posteriormente, ya durante el régimen dictatorial de Castello Branco, se llevaron a cabo diferentes planes, influenciados por las tesis de Golbery y por su posición en la política – como Ministro del Servicio Nacional de Informaciones y cabeza del Servicio de Inteligencia, entre otros cargos políticos–, que tenían como objeto el desarrollo de todo el país, mejorando para ello sus infraestructuras que conformaron “una red urbana nacional y la constitución de un mercado interconectado” (Gregório, 2010: 124). Algunos ejemplos de esto fueron el Plan de Acción Económica del Gobierno (PAEG) o el Plan de Integración Regional (PIN) (Gregório, 2010). Además, la Doctrina de Seguridad Nacional se vio materializada tras el inicio del régimen dictatorial a través de la creación de la Constitución (1967) y, concretamente, del Decreto-Ley número 314 donde se ponía en marcha la Ley de Seguridad Nacional6.

Un ejemplo concreto de estas infraestructuras – donde tenían gran importancia la vías terrestres como carreteras o vías ferroviarias – fue la construcción de la carretera Transamazónica, que se compone de aproximadamente 4965 km y que conecta, atraviesa e integra gran parte del territorio brasileño, materializando las ideas geopolíticas al interior que Golbery había planteado en su obra (Gregório, 2010: 124).

Imagen 2. Mapa de carretera Transamazónica en Brasil

Fuente: 123RF, 2021

Para garantizar la proyección de Brasil, Golbery aboga por una expansión que ha de ser a su vez hacia el exterior. En el plano ideológico – no tanto como un planteamiento a nivel territorial, aunque eso no impidió la expansión de las fronteras brasileñas hacia los países vecinos – defiende que el ‘espacio vital’ de Brasil es toda la región latinoamericana7. Esto es justificado, por un lado, a través de la defensa de los valores occidentales por parte de Brasil en el subcontinente americano frente a la que se consideraba la mayo de las amenazas, la comunista, a través de una “proyección pacífica” y “participación activa en la defensa del mundo occidental” (Do Couto e Silva, 1981; Marín, 2017: 124) y, por otro lado, porque la importante acumulación de recusos naturales, demográficos y su posición geoestratégica, le convertirían en un actor relevante para Occidente, fundamentalmente para Estados Unidos, en su lucha contra el comunismo (Do Couto e Silva, 1981).

En este sentido, Golbery propone la teoría de los hemiciclos concéntricos donde “desde el centro hacia el noroeste del núcleo central se proyectan una serie de hemiciclos hacia el Atlántico y el Este” (Do Couto e Silva, 1981: 19; Régis, 2020: 18). A partir de esto, se analiza el panorama y las amenazas internacionales y la situación concreta de Brasil en este mismo.

Imagen 3. “América del Sur y los hemisferios interior y exterior”

Fuente: Régis (2020: 19).

En línea con lo expuesto anteriormente, el principal enemigo era la Unión Soviética y los países identificados con el comunismo situados en el hemisferio exterior – el cual debía estar en manos de aliados occidentales–. En el hemisferio interior se sitúa en el centro Brasil – representando la imagen que tenía Golbery de Brasil como futura potencia –, como el área principal que se debía proteger y contener frente a estas amenazas. Y, a su vez, como el área donde extender su influencia, en primer lugar, la región sudamericana, pero también la Antártida, algunos países litorales africanos o el Atlántico Sur (Marín, 2017: 26; Régis, 2020: 19). Esta última región es fundamental en los análisis de Golbery, considerándola como “el camino de las civilizaciones modernas” porque “conecta a Brasil con los centros de producción y cultura del Hemisferio Norte […] del que dependerá siempre nuestra prosperidad y, tal vez en mucho mayor grado en el futuro, nuestra seguridad” (Do couto e Silva; citado en Régis, 2020: 21). Remarcando también la posición protagonista – como actor principal garante de la seguridad – y de alianza entre Estados Unidos y Brasil, por su potencial militar y económico, no solo en la región, sino en los hemiciclos externos (Do Couto e Silva, 1967, 1981).

El Plan de Levantamiento de la Plataforma Continental Brasileña aprobado en 19898 y el proyecto de ‘Amazonia azul’9 son ejemplos – que se mantienen en la actualidad – de la herencia de Golbery en relación a la importancia del Oceano Átlantico para el Estado brasileño, bajo su perspectiva, para garantizar su proyección exterior, así como asegurar su seguridad interna.

Determinismo geográfico, lebensraum y ‘cinturones de quiebra’ amazónicos: Brasil como potencia global según Meira Mattos

El caso de Carlos Meira Mattos es un paso más en el intento de desarrollar las potencialidades de Brasil como ‘potencia regional’ –o global-, a partir de un endurecimiento de las premisas establecidas previamente por Golbery do Couto e Silva, así como por la propia actuación de Meira Mattos no sólo en términos de formación y producción académica, sino por su intervención en la política interna de Brasil desde antes incluso del golpe de Estado militar de 1964 y por sus diferentes cargos en política exterior que influyeron posteriormente tanto en su análisis como en los modelos formales acuñados por él10. En este sentido, para Meira Mattos existían dos elementos estructurales a la hora de articular el análisis y las directrices geopolíticas a seguir: por una parte, las condiciones geográficas de Brasil –tanto desde el punto de vista de su posición mundial como hacia el interior- y, por otra, el protagonismo del Estado brasileño dentro de la lógica de contención al comunismo –de nuevo, tanto hacia el exterior como hacia el interior del Estado- (Kelly, 1984; Da Silva y Dal Moro, 2017).

En ese doble pilar, Meira Mattos es continuista tanto de la línea de Travassos –aunque convierte esa proyección continental en una proyección de Brasil como potencia mundial-, como de las directrices de Couto e Silva al vincular la modernización del interior de América del Sur al liderazgo de las fuerzas armadas brasileñas, y ambos elementos a garantizar la contención en toda la región a través de ese ‘parapeto’ liderado por Brasil (Da Silva y Dal Moro, 2017), cuyas premisas de acción establecidas por la ESG establecían una línea normativa totalmente alineada con su ubicación en el orden bipolar: defensa de la democracia liberal –al menos formalmente y especialmente en el exterior-, énfasis en el sector privado como pilar productivo, una planificación gubernamental racionalizada en autoridades centralizadas y con amplias potestades, la intervención militar sobre las estrategias de desarrollo nacional y una dependencia directa entre la seguridad nacional y la capacidad de integración y crecimiento nacional (Kelly, 1984: 444).

A partir de dichos elementos, Meira Mattos desarrolla una proyección global de Brasil desde una reestructuración de la modernización interna que, en su caso, implica la situación de la Amazonía como área de cooperación entre la condición de Brasil como potencia regional y global, y sus países colindantes (Meira Mattos, 1975). Esa geopolítica panamazónica reconocía el entorno amazónico como un eje articulador de la cooperación transfronteriza, por una parte, y como una garantía de integración de la infraestructura regional suramericana, por otra, estableciendo polos de desarrollo en Belém, Manaus, Rio Branco y Boavista como una reedición de los ‘frentes pioneros’ estadounidenses y como una expansión de ese desarrollo continental interno bajo el liderazgo de las fuerzas armadas.

Imagen 4. “Áreas de intercambio interior”

Fuente: Meira Mattos (2002).

Como se ha dicho:

El objetivo central residía en revertir la supuesta posición de aislamiento que aislaría el interior brasileño -y la Amazonía brasileira en especial- en comparación con las demás áreas del territorio nacional. Una vez se hizo efectiva esa política (…), se transfirió la capital federal de Río de Janeiro a la ciudad de Brasilia, se construyeron carreteras, plantas de generación de energía, almacenes, núcleos poblacionales, villas agrícolas o industrias de grano entre otras acciones. También se intensificó la militarización de la región. El avance de la frontera agrícola sobre las tierras de Cerrado se extrapoló a los límites nacionales, extendiéndose incluso hacia los territorios paraguayo y boliviano. Como resultado de ello, el poder geopolítico brasileño también se amplió (Da Silva y Dal Moro, 2017: 132).

El determinismo ambiental, geográfico y el incremento de la influencia geopolítica eran tres caras de un mismo proceso, en ese continuum que para el autor constituía la ‘geopolítica brasileira’ (Meira Mattos, 2007), donde el territorio físico ejercía una influencia determinante en el destino de los Estados –alentando por tanto al control territorial más que el marítimo o aéreo- (Kelly, 1984) y en la que la ESG debía ser la agencia central en términos tecnológicos y estratégicos para una modernización industrial del interior de Brasil y especialmente para una ocupación poblacional y económica interior, sobre todo de la Región Norte de Brasil y la región Centro-Oeste (Da Silva y Dal Moro, 2017: 132). Este tipo de modernización interior entronca con la visión europea de razón moderna colonial portuguesa y con una visión progresiva de la Historia indisociable del elemento capitalista, moderno, patriarcal y blanco encarnado por estos proyectos militares. En otras palabras, este tipo de proyectos,

Revistió a la región con un elemento blanco o al menos blanqueado, hecho que resultó en el incremento de la densidad de habitantes por kilómetro cuadrado. Se construyeron vías de comunicación con el propósito de facilitar las actividades de transporte de grano, mercancías y personas. Se realizaron también proyectos diversos y el desarrollo de algunas actividades económicas, sobre todo de la agricultura de monocultivo, en particular en torno al maíz y la soja, con la expectativa de que éstas generasen dividendos a Brasil (Da Silva y Dal Moro, 2017: 133).

En esa aspiración de Brasil a la condición de potencia mundial, Meira Mattos preveía la expansión de la influencia geopolítica a diferentes áreas geográficas a través de diversos ejes: desde el Canal de Panamá hasta el Caribe podría controlarse mediante el eje Belem-Recife-Dakar; mediante la conexión entre Trinidad y Tobago o las Antillas Orientales su influencia se expandiría hasta la Península Ibérica; el control de acceso al Estrecho de Magallanes y Tierra de Fuego sería garantizado a través del Cono Sur y de África; finalmente, con el fin de acceder al Pacífico y al Índico, Brasil debería conseguir cierta influencia en la Antártida apoyando las reivindicaciones de Chile y Argentina sobre la misma (Meira Mattos, 2007). Además de ese énfasis en el control marítimo y territorial como recurso político para el incremento de la influencia política brasileña a escala regional y global –y de la conversión conceptual del Amazonas en una suerte de ‘cinturón de quiebra’ regional11, insistía en la necesidad de reforzar la presencia naval conjunta brasileira-estadounidense debido a que ambos países “mantenían intereses atlánticos estratégicos similares” (Kelly, 1984: 454).

REFLEXIONES FINALES: GEOPOLÍTICA PRÁCTICA DESDE LOS MÁRGENES COMO HERENCIA DE LOS CENTROS

La definición de la geopolítica como un saber estratégico y un discurso político por parte de los Estados (Agnew, 2005) tuvo un reconocimiento relativamente rápido debido a que era una práctica que se produjo y consolidó varios siglos antes de la conceptualización del término, haciendo de ese razonamiento práctico y político-militar la forma dominante, si no la única, de pensar y practicar la geopolítica. Aunado a ello, la expansión –y creación como tal- de la disciplina desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX bajo los presupuestos científicos y cientificistas de geógrafos como Ratzel o Mackinder, aunados a la confluencia con premisas ligadas a la geoestrategia articuladas por actores influyentes dentro del aparato militar de Estados como Estados Unidos o Alemania –en los casos del almirante Mahan y del general Haushofer, respectivamente- sentaron las bases de la consideración de la ‘geopolítica’ en clave estatal, militar y científica: las relaciones entre Estados y su impacto geográfico en la política mundial se presentaban no como algo dependiente de la agencia política y las diferentes situaciones contextuales específicas en relación al resto del sistema interestatal y de la economía capitalista, sino como un correlato de modelos científicos racionales que legitimaban esa política exterior e intervención militar subordinados a intereses estatales particulares.

La expansión de la denominada geopolítica ‘naturalizadora’ (Agnew, 2005) en las décadas siguientes hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial reforzó esa legitimación científica por parte de la geopolítica como herramienta del Estado, y se vio redefinida durante el orden bipolar de la Guerra Fría desde las premisas de confrontación ideológica durante más de cuatro décadas a partir de la legitimación geopolítica del realismo político en las relaciones de poder supranacionales por parte de dos súper potencias por encima del resto, como eran la Unión Soviética y Estados Unidos, contexto temporal –entre las eras de la geopolítica naturalizadora y la ideológica- donde se pueden situar los antecedentes y creación de la Escuela Superior de Guerra en Brasil, así como los tres modelos aquí analizados, cuyas líneas epistemológicas y de pensamiento geopolítico pueden desglosarse en dos categorías.

Por un lado, el modelo de proyección continental de Travassos incorporaba elementos propios del razonamiento moderno binario, como era la necesidad de certidumbre vinculada al colonialismo y la separación de la naturaleza para conquistarla y apropiársela en consonancia con la producción política del conocimiento colonial –estableciendo representaciones e imaginarios que bebían especialmente de la geopolítica naturalizadora, pero también de algunos elementos de la geopolítica civilizatoria-, que a su vez implicó la consideración del control de los puertos marítimos como centro de análisis, mientras que el énfasis en la modernización territorial interna fue incorporada posteriormente por la Escuela Superior de Guerra.

Por otro, los modelos de Do Couto e Silva y de Meira Mattos se articularon sobre la necesidad de modernización y desarrollo del interior brasileño, pero no como expresión del grado de ‘avance’ o modernización nacional, sino como recurso político para favorecer de forma simultánea la modernización interna y la contención del comunismo, tanto hacia el interior como hacia el exterior de Brasil –aunque en estos casos la atención pasó de la navegación marítima al control terrestre-. En este caso, el interés en la proyección brasileña por parte de los modelos geopolíticos era tanto de cara a un dominio regional como con relación a situar a Brasil como un aliado estable de Estados Unidos dentro del bloque ‘occidental’, además de sentar las líneas maestras de las condiciones que podrían posibilitar la conversión de Brasil en una potencia influyente a escala global.

Los tres modelos formales establecieron directrices no sólo en relación a la producción del pensamiento geopolítico en Brasil, sino un razonamiento práctico articulado a través de los órganos del Estado donde las fuerzas armadas eran protagonistas –con un papel central de la Escuela Superior de Guerra- que implicaban la confluencia de esa geopolítica formal con la geopolítica práctica en un contexto concreto de producción del conocimiento y de la intervención política que hacían de esa forma de pensamiento militar vinculado a la reflexión geopolítica uno de los elementos estructurales de la reformulación del desarrollo de la soberanía nacional en Brasil y que, en parte, implicaba una herencia del pensamiento militar colonial portugués y, simultáneamente, un mecanismo de contestación a partir de una producción política autónoma por parte del Estado brasileño que, mediante la intervención de las fuerzas armadas, garantizarían ese pleno desarrollo y modernización de la nación. Recordemos que “la disciplina [la Geografía y posteriormente la Geopolítica] se estableció como un apoyo a la estatalidad para apoyar las ambiciones coloniales y expansionistas europeas, de modo que sus orígenes están basados en los intereses coloniales de exploración y descubrimiento” (Sharp y Dowler, 2011: 147), ambiciones que, aun mirando hacia el interior el Estado y a través de directrices autoritarias ejecutadas desde el aparato militar, la ESG desarrolló durante décadas en Brasil y en la región.

Además de esta paradoja entre la apuesta por un interés nacional propio desde Brasil a través de las líneas de pensamiento colonial portugués –modernización, civilización, pensamiento dicotómico, superioridad cultural, desarrollismo, etc.-, la geopolítica formal analizada nos muestra otra ambigüedad existente en la imaginación geopolítica moderna hecha explícita en las representaciones articuladas desde la Escuela Superior de Guerra en Brasil, pese a erigirse como una línea de pensamiento autónoma: la aceptación del determinismo geográfico en relación a la reflexión académica y, simultáneamente, la consolidación de una línea de acción práctica basada en estos modelos formales que demostraban cómo la geopolítica formal de la ESG irrumpía como un recurso político del Estado y, como corolario del pensamiento moderno europeo, la capacidad de la agencia militar como un elemento imperialista y práctico para reformular la política interna estatal, así como el protagonismo del mismo a escala regional y global.

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1 Las citas textuales y los conceptos que precisen de traducción a lo largo del trabajo han sido traducidas por las autoras.

2 El autor considera que la política de transportes y comunicación argentinas tiene tal relevancia que controlaría aspectos nucleares de las economías de Paraguay, Chile y Bolivia, especialmente la tríada representada por la producción económica de “Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y Sucre, verdadero signo de la riqueza boliviana” (Travassos, 1938: 23).

3 En este punto, Travassos (1938) sigue los presupuestos de supremacía de la navegación marítima heredada de las premisas coloniales portuguesas y el énfasis en la modernización interna de forma simultánea que iban más allá del desarrollismo y el enfoque naturalizador de los presupuestos geográficos, puesto que para el autor era la debilidad de las comunicaciones y los transportes internos en diferentes países sudamericanos lo que fomentaban la penetración estadounidense ante dichas inestabilidades geográficas.

4 La propia idea de “intereses nacionales orgánicos” nos lleva a una concepción determinista de la nación, de la que se entiende que es la naturaleza – en este caso, justificado a través de la riqueza en recursos naturales y minerales, la gran densidad poblacional o la posición geoestratégica del territorio donde se asienta el Estado brasileño – quién “dirige los asuntos de Estado” (Agnew, 2005: 116).

5 La defensa de la democracia por parte de Golbery do Couto e Silva – haciendo referencia a la democracia liberal propia de Occidente a mediados del siglo XX – es incongruente con su posterior participación a través de sus tesis academicas que defienden dejar el Estado brasileño en manos de una élite militar y tecnoburocrática y su participación política en el Golpe de Estado de Castello Branco (1964).

6 Véase https://www2.camara.leg.br/legin/fed/declei/1960-1969/decreto-lei-314-13-marco-1967-366980-publicacaooriginal-1-pe.html

7 Esta concepción de ‘espacio vital’ proyectado a nivel ideológico en la región de América Latina, naturaliza la necesidad del Estado brasileño de extender las características que se entienden como occidentales, tanto ideológicas como civilizatorias ya antes mencionadas: democracia, ciencia y cristianismo (Agnew, 2005; Simões, 2009). Y que, a su vez, justifican la expansión territorial de las fronteras brasileñas hacia los países vecinos, como hacia Bolivia o Uruguay.

8 Veáse https://www.marinha.mil.br/secirm/pt-br/leplac

9 Veáse https://www.marinha.mil.br/spp/amaz%C3%B4nia-azul

10 Meira Mattos fue agregado militar en Bolivia entre 1957 y 1959, así como participó en la intervención militar de la OEA en la República Dominicana en 1965. A escala estatal, participó activamente en la conspiración que llevó al golpe de Estado militar en 1964 y lideró las invasiones de Goiás en 1965, del Congreso Nacional en 1966 y la represión del movimiento estudiantil en 1967, además de ser un referente clave en la Escuela Superior de Guerra, ya como General de Brigada, en la Escuela de Guerra Naval, en la Escuela de Comando y Estado mayor de Aeronáutica, vicejefe del Estado mayor de las Fuerzas armadas, comandante de la Academia Militar de las Agujas negras y vice-director del Colegio Interamericano de Defensa en Washington D.C (Da Silva y Dal Moro, 2017).

11 Este concepto fue acuñado por Saul B. Cohen para referirse a dos regiones geopolíticas que eran elementos clave en el equilibrio de poder mundial entre las dos grandes regiones geoestratégicas existentes, y que, en el momento en que fue acuñado, se refería a Oriente medio y al Sudeste Asiático (O´Tuathail y Agnew, 1992). En el caso de Meira Mattos, podría decirse sin exagerar que su enfoque incorpora un elemento de determinismo geográfico directamente heredero de Mackinder y Ratzel, si bien la forma en que insta a intervenir de forma ‘selectiva’ sobre la modernización interna fronteriza de Brasil se asemeja más en la práctica a la propuesta que hizo Cohen y que supuso desplazar la atención en la lógica de la contención desde el ‘margen continental’ propuesto en el modelo de Spykman hacia una contención precisada en puntos concretos (Taylor y Flint, 2002).