Guerra Colonial

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Por la independencia de Kenia: la Rebelión Mau Mau

(For the independence of Kenya: the Mau Mau Rebellion)

Diego López de los Reyes

Investigador independiente

Recibido: 2/11/2023
Aceptado: 24/01/2024

DOI: https://doi.org/10.33732/RDGC.14.97

Resumen

La rebelión Mau Mau fue una insurrección armada protagonizada por los kikuyu contra el colonialismo británico en Kenia en los años 50, con el objetivo de recuperar las tierras que les habían sido arrebatadas desde la llegada de los europeos y lograr la descolonización. El hecho de que los rebeldes no solo atacaran a los colonos y las autoridades coloniales, sino también a segmentos de la población nativa que simpatizaban con estos últimos, dotó a la rebelión de una doble imagen: por un lado, una lucha contra la dominación colonial, y por otro, una auténtica guerra civil.

Palabras clave
Kenyatta, Mau Mau, Kenia, Kikuyu, Descolonización.

Abstract

The Mau Mau Rebellion was an armed insurrection led by the Kikuyu against British colonialism in Kenya in the 1950s, with the goal of recovering the lands that had been taken away from them since the arrival of the Europeans and achieving decolonization. The fact that the rebels did not only attack the settlers and the colonial authorities, but also segments of the native population who sympathized with the latter, gave the rebellion a double image: on the one hand, a fight against colonial dominance, and on the other, a true civil war.

Keywords
Kenyatta, Mau Mau, Kenya, Kikuyu, Decolonization.

Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0. CC BY

INTRODUCCIÓN

La rebelión Mau Mau ha sido un tema altamente estudiado en la comunidad científica anglosajona, especialmente por autores británicos y estadounidenses, además de los propios keniatas. En los años 60 y 70 se publicaron los primeros libros dedicados mayormente a la faceta militar del conflicto, escritos por veteranos tanto de un bando como de otro. Aunque la mayoría son de difícil acceso, se ha podido leer uno de los pioneros y más famosos títulos, State of emergency: The full story of Mau Mau de Fred Majdalany. A partir de los 80 los trabajos adquieren una visión más general al tener en cuenta otros elementos políticos, económicos y sociales de la rebelión, destacando el libro Mau Mau: An African Crucible de Robert B. Edgerton. Por último, desde los 2000 hasta la actualidad han ido apareciendo nuevas líneas de estudio, divididas en dos grupos diferentes. El primero se centra en aspectos más sociales, como la visión de la comunidad kikuyu sobre el Mau Mau o el rol de las mujeres en el mismo, y el segundo pone el foco en la parte más violenta del conflicto, relatando los crímenes acontecidos, especialmente en el bando británico. En este último caso destacan los autores Caroline Elkins y David M. Anderson, de los que no se ha podido encontrar ningún libro completo disponible, pero sí artículos y capítulos de libros donde relatan las mismas ideas.

Por otro lado, en el mundo hispanohablante, los trabajos sobre la rebelión Mau Mau son escasos. No existe ningún libro que trate el conflicto de forma específica, y los que lo mencionan al hablar del colonialismo en África lo hacen sin mucha profundidad. Sí que existen algunos artículos dedicados al Mau Mau en revistas científicas y de divulgación, sin embargo, muchas de ellas no son de acceso libre. El presente artículo busca enriquecer la escasa literatura en español sobre el Mau Mau, dando una visión general pero completa del conflicto, explicando sus causas, su desarrollo y sus consecuencias.

LA COLONIZACIÓN BRITÁNICA

Aunque previamente hubo presencia puntual de comerciantes y exploradores europeos en la zona, no fue hasta después de la Conferencia de Berlín de 1885 cuando el territorio de la actual Kenia fue colonizado por el Imperio Británico. En 1888 la Compañía Imperial Británica del África Oriental, una asociación comercial, obtuvo los derechos de explotación y administración de la zona, desde la región costera de Mombasa hacia el interior, incluyendo también lo que hoy es Uganda. En 1890 el Tratado de Heligoland – Zanzíbar aclaró los límites de la influencia británica y alemana, definiendo la frontera entre el África Oriental Británica (hoy Kenia) y el África Oriental Alemana (hoy Tanzania). En 1895, ante los problemas económicos de la Compañía, esta fue disuelta y los derechos de administración fueron traspasados a la Oficina de Asuntos Exteriores del gobierno británico, que proclamó la creación del Protectorado del África Oriental. Más tarde, en 1920 el protectorado fue reestructurado para convertirse oficialmente en la Colonia de Kenia1 (Oppong & Oppong, 2004: 34).

Como en el resto de los territorios africanos colonizados, los cambios económicos y sociales introducidos por los europeos hicieron tambalearse a las estructuras tribales locales. Para empezar, los colonos se hicieron con las tierras altas del centro de Kenia, que aunque solo suponían un 20% del terreno cultivable total de la colonia, eran las más favorables para la explotación agrícola (EL PAÍS, 2004: 443). Mientras tanto, los pobladores nativos de la zona, los kikuyu, fueron apartados y marginados. En 1948, más de un millón de kikuyus se asentaban en un área de unos 5.200 km², mientras que 30.000 colonos ocupaban una superficie de más de 30.000 km², las llamadas White Highands (Alao, 2006: 6). Otros grupos étnicos minoritarios, como los Merus, los Embus o los Masáis también se vieron afectados.

La falta de tierras y la obligación de pagar impuestos para la financiación de infraestructuras, como ferrocarriles y puertos, forzaron a los africanos a participar en la economía capitalista colonial. Ofrecían su fuerza de trabajo a cambio de un sueldo, o simplemente como contraprestación al derecho de ocupar un cacho de tierra dentro de grandes explotaciones agrícolas, dedicadas a la exportación de los productos como el maíz, el azúcar, el té o el café. Muchos otros decidieron emigrar a Nairobi u otras ciudades, donde fueron segregados en barrios de chabolas. Para evitar cambios demográficos muy repentinos, las autoridades británicas crearon “reservas tribales” para concentrar a los africanos, que recibían pequeñas parcelas no muy fértiles donde podían practicar una agricultura de subsistencia. Del mismo modo se buscó limitar el movimiento de población obligando a toda persona no blanca a portar una autorización especial para poder desplazarse libremente. Con todo esto se conseguía, además, aislar a los diferentes grupos étnicos de Kenia, evitando que pudieran establecer relaciones y proyectos políticos comunes (Moreno, 2014: 35 – 38; Illanas, 2017: 73; Kanyinga, 2007: 2 – 4).

Aparte de la desposesión de sus tierras, la población nativa también se sintió molesta por la poca representación que tenían en las instituciones coloniales. Sin bien es cierto que el Imperio británico siempre se caracterizó por implementar la «administración indirecta» (Moreno, 2014; 38 – 39), permitiendo la gobernanza de nativos en la administración local, esto no parecía suficiente. Otros malestares fueron causados por las malas condiciones laborales, los altos impuestos, la falta de un sistema educativo eficiente, los abusos de las autoridades policiales y la discriminación racial.

LA PROTESTA AFRICANA

Desde los años 20 la población keniata, especialmente los kikuyu, empezó a movilizarse políticamente contra las injusticias de la dominación europea. Se crearon distintas asociaciones, como la Young Kikuyu Association, la East African Association o la Kikuyu Central Association, que coincidían en los mismos objetivos: la devolución de las tierras y la mejora de las condiciones de vida de los africanos. Los lideres de estar organizaciones fueron jóvenes nativos que recibieron una «educación occidental» gracias a grupos de misioneros cristianos y que trabajaron para la propia administración colonial, como Harry Thuku o Jomo Kenyatta. Todos estos movimientos acabaron convergiendo en la creación, en 1944, de la Kenian African Union (en adelante KAU), el germen político del Mau Mau (Oppong & Oppong, 2004: 36 – 37, Lewis, 2007: 21 – 22 / 71 – 72).

El KAU fue creado como una organización política de apoyo a Eliud Mathu, el primer miembro de origen africano del Consejo Legislativo de Kenia (Iliffe, 2013: 357). Su ideología era nacionalista panafricanista, buscando unir a todos los africanos keniatas sin importar su origen étnico, aunque ciertamente la base social del grupo la acabaron formando casi exclusivamente kikuyus. Los objetivos iniciales del KAU, al igual que las organizaciones de los años 20, fueron conseguir un mejor repartimiento de la tierra, mejores sueldos y condiciones laborales, mayor libertad de circulación y mayor representación de los africanos en las instituciones. Como meta final se encontraba la consecución de la independencia de Kenia (Illanas, 2017: 74 – 75).

El contexto internacional favorecía estas demandas. Durante la Segunda Guerra Mundial los keniatas, al igual que la población de otras colonias británicas, habían ayudado al esfuerzo de guerra aliado, y consideraban que necesitaban una compensación. En junio de 1945 se creó la Organización de las Naciones Unidas, cuya carta fundacional declaraba «el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos» (Naciones Unidas, 1945: art. 1, pto.2). En octubre de ese mismo año se celebró en Manchester el V Congreso Panafricano, al cual asistió Jomo Kenyatta2, y en el que se afirmaba «el derecho de todos los pueblos colonizados a controlar su destino» (El País, 2004: 457).

Las primeras acciones del KAU consistieron en organizar huelgas obreras y manifestaciones, además de presentar quejas formales, tanto en las instituciones de Kenia y Reino Unido, como en la ONU. En 1947 Jomo Kenyatta, miembro del ala más radical del KAU, fue elegido presidente de la organización, haciendo demandas cada vez más exigentes (Zimmerman, 2007: 85 – 86). El gobierno colonial, por su parte, hacía poco caso a resolver las quejas de los africanos. Hay que tener en cuenta la presión política de los colonos blancos, que en Kenia eran muchos y muy poderosos económicamente, por lo que las autoridades no querían tomar medidas demasiado aceleradas que afectasen al estatus quo de la colonia (El País, 2004: 462).

En 1951, cuando el Secretario de Estado para las Colonias Jim Griffiths visitó Kenia, se le presentó una demanda para, entre otras cosas, incluir hasta 12 miembros de origen africano en el Consejo Legislativo. La proposición, como tantas otras, fue rechazada y los líderes del KAU empezaron a promulgar una actitud mucho más radical y desobediente contra el poder británico, antesala de la rebelión (Newsinger, 1981: 162; Alao, 2006: 6 – 7).

EL MAU MAU

Aunque no fue hasta 1951 que los servicios de inteligencia británicos confirmaron la existencia de actividades rebeldes en Kenia, el término Mau Mau ya se utilizó en 1948 para reportar la existencia de una asociación político – religiosa originada en las reservas kikuyu (Kanyinga, 2007: 4; Zimmerman, 2007: 87). Desde entonces, cualquier grupo o actividad nacionalista y subversiva contra el régimen colonial era calificada como Mau Mau.

El origen del nombre es incierto y hay múltiples teorías. Algunos piensan que no era más un nombre sinsentido inventado por los británicos para ridiculizar la naturaleza indígena de la rebelión, mientras que otros lo consideran el acrónimo de la frase en swahili Mzungu Aende Ulaya, Mwafrica Apete Uruhu, que traducida vendría a significar «Un europeo debería ir a Europa, un africano debería buscar la libertad» (Alao, 2006: 5). También hay quien lo relacionó con el hecho de que en el idioma kikuyu el término «mau mau» se usaba para hacer referencia a cosas olvidadas o desconocidas. Cómo los miembros de las organizaciones nacionalistas tenían prohibido hablar de ellas con personas que no fueran miembros, cuando eran interrogados por las autoridades decían que «no sabían» o «no recordaban» de que les estaban hablando (Gatheru, 2005: 146 - 147). De cualquier manera, los participantes en la rebelión pocas veces se denominaron a sí mismos como Mau Mau, prefiriendo hablar de «el movimiento», «el juramento», o simplemente del KCA, al considerar su lucha como una continuación de la acción política de la Kikuyu Central Association en décadas anteriores (Newsinger, 1981: 163).

Tampoco el nombre oficial que le dieron al aparato militar de la rebelión, The Kenya Land and Freedom Army (en adelante KLFA), tenía nada que ver con el término Mau Mau. El KLFA fue una guerrilla, prácticamente improvisada, que tenía su origen en el llamado Forty Group, una especie de hermandad formada por keniatas veteranos de la Segunda Guerra Mundial, que a finales de los años 40 se asoció con el KAU para actuar como elemento de violencia e intimidación en las manifestaciones y discursos públicos de la organización (Majdalany, 1963: 59).

Hay que entender que, aunque el KLFA y el KAU compartían objetivos, y en la práctica el primero servía como brazo armado del segundo, nunca se ha aclarado hasta qué punto estaban relacionados. De hecho, Jomo Kenyatta, para intentar que el KAU no perdiera legitimidad frente al gobierno británico y el resto del mundo, siempre negó cualquier relación con la guerrilla, denunciando en varias ocasiones los crímenes Mau Mau. En un discurso en la ciudad de Nyeri, en julio de 1952, Kenyatta declaró “Aquel que nos llama Mau Mau no es de fiar, nosotros no conocemos al Mau Mau” (Murray – Brown, 1973, como se citó en Shamsul, 2007: 115). El KLFA, por su parte, consideraba que esto se trataba de una «actuación», una simple táctica para confundir a las autoridades británicas, y seguían respetando a Kenyatta como figura de autoridad entre los kikuyu y como el futuro líder de la Kenia independiente (Lewis, 2007: 22).

Algo que ha sorprendido a los historiadores fue la compleja estructura burocrática del Mau Mau, que fue cambiando a medida que el conflicto abanzaba para adapatarse a las necesidades del momento. En un principio todas las actividades de KLFA estaban bajo la autoridad del Comité Central de Nairobi. Dentro de este comité, de carácter civil, se encontraba la «Oficina de Guerra», que se dedicaba al reclutamiento, a la logística de suministros y a dar las ordenes a los guerrilleros. Esto fue sorpresivo para los propios británicos, que desde un principio pensaban que los insurgentes Mau Mau no eran más que pequeños grupos armados que actuaban de forma independiente y descoordinada. Entre 1953 y 1954, ante las continuas redadas policiales en Nairobi, el Comité central fue perdiendo influencia sobre las diferentes unidades de la guerrilla, que empezaron a actuar con mayor autonomía (Gatheru, 2005: 142 – 144).

Aunque el KLFA estuvo formado principalmente por kikuyus, seguía la misma política que el KAU, por lo que estaba abierto a africanos de cualquier otro grupo étnico. Todos los que querían formar parte de la guerrilla debían tomar un juramento de lealtad, creado según la tradición kikuyu, para asegurar la cohesión del grupo, la camaradería y el compromiso de lucha. Según se iba ascendiendo en la jerarquía del KLFA se tomaban nuevos juramentos, y aunque cada uno de ellos tenía ciertas características específicas, todos coincidían en el proceso general: se sacrificaba una cabra cuya sangre se mezclaba con la sangre de aquel que iba a jurar, el participante se arrodillaba y con una mano sujetaba un trozo de carne de la cabra, y con la otra un cuenco con la mezcla de las sangres, que debía beberse. Todo esto iba acompañado de un juramento verbal en el que declaraban los objetivos, las normas del movimiento, y las terribles consecuencias (terrenales y sobrenaturales) de traicionarlo (Alao, 2006: 26 – 31 / 62; Moreno, 2014; 45 – 46).

Tras el juramento, los nuevos miembros de la guerrilla eran llevados a campos de entrenamiento durante un par de días y después distribuidos en diferentes batallones (de 300 a 500 hombres) entre los bosques de las regiones de Aberdare y el Monte Kenia, donde se levantaron campamentos y cuarteles improvisados que aprovechaban la espesa cobertura de la vegetación como defensa natural. A los reclutas nunca se les decía dónde iban exactamente y todos sus documentos identificativos eran requisados y destruidos para asegurarse de que no desertarían, ya que en el caso de volver a la ciudad sin documentación acabarían detenidos por la policía. La práctica mayoría de los integrantes de estas unidades eran analfabetos y pertenecientes a los sectores más pobres de la población keniata. Se estima que entre 1952 y 1956, los años de pico del conflicto, hubo entre 15.000 y 20.000 guerrilleros operando en los bosques (Alao, 2006: 26) bajo los mandos de Dedan Kimathi (Aberdare) y Waruhiu Itote (Monte Kenia) (Majdalany, 1963: 158 - 159; Alao, 2006: 25 – 26 / 45).

Aunque la imagen de los Mau Mau ha quedado asociada principalmente a las guerrillas de los bosques, no todos sus miembros acabaron ahí. Muchos de los que tomaron el juramento de lealtad trabajaban en los ámbitos de administración del gobierno colonial o como sirvientes y trabajadores en las casas de colonos, por lo que se consideró que serían de más ayuda si mantenían sus puestos. Estos hombres y mujeres jugaron un papel vital en el traspaso de información y el suministro de medicinas, alimentos y armas a los propios guerrilleros de los bosques. También se encargaron de las tareas «diplomáticas» para conseguir apoyos entre los sindicatos de las grandes ciudades y de las actividades de propaganda, a través de boletines y periódicos locales (Alao, 2006: 12 – 15, Zimmerman, 2007: 92 / 96).

Todos los nativos, pero especialmente los kikuyu, eran instados a unirse al Mau Mau, en ocasiones incluso mediante coacciones y amenazas. De esta manera, sí no se les podía convencer de unirse al movimiento, se buscaban al menos garantizar que no hubiese traiciones a una causa que consideraban común a todos los africanos. Por el otro lado, cualquier influencia extranjera era rechazada, lo que incluía la prohibición del consumo de productos europeos como alcohol o tabaco (aunque esta norma terminó siendo anulada porque servía como pista para que los agentes de seguridad identificaran a miembros del Mau Mau). El sentimiento anticolonial también se manifestó en los objetivos de los ataques del KLFA, que se planteaba borrar de Kenia cualquier rastro de historia británica. Un ejemplo de esto fue la quema del Hotel Treetops en 1954, lugar donde dos años antes la princesa Isabel supo de la muerte de su padre, Jorge VI, y de su ascenso al trono de Reino Unido (Alao, 2006: 9 - 10).

Otro de los aspectos característicos de la rebelión Mau Mau fue el rol de las mujeres. En la sociedad kikuyu, aunque patriarcal, las mujeres eran reconocidas como las responsables de la producción de alimentos y el bienestar de la familia, lo que les daba una posición de autoridad respetada por los hombres y permitía que formaran consejos de mujeres para participar en el gobierno de las tribus (Lewis, 2007: 48 – 69). Las mujeres también participaron en las organizaciones políticas y los movimientos de protesta de los años 20, 30 y 40, incluso asumiendo papeles de liderazgo, como fue el caso de Rebecca Njeri, miembro activo del KAU y destacada defensora de los derechos de las niñas y las mujeres, especialmente en educación3. Ante esto, su participación e influencia en el Mau Mau no iba a ser algo meramente anecdótico.

Concretamente las mujeres fueron un elemento esencial de la logística de la rebelión, ya que fueron las encargadas de recolectar y trasladar la comida a los guerrilleros de los bosques, además de otros recursos como armas, medicinas, ropa e información sobre los movimientos del enemigo (Shamsul, 2007: 82 – 85). Una de las mujeres más destacables en este aspecto fue Wanjiru Nyamaturu, nombrada «General a cargo de la comida» y que más tarde también estuvo encargada del reclutamiento de nuevos guerrilleros (Kanogo, 1988).

También hubo otro grupo mucho más reducido de mujeres que tomaron parte activa en los combates. Al principio no fueron muy bien recibidas porque su presencia en el bosque podía suponer el establecimiento de relaciones afectivo – sexuales con los hombres de la tropa, lo que haría que estos se desconcentraran de sus tareas. Al mismo tiempo se temía que algunas mujeres pudieran ser espías del gobierno que quisieran seducir a los guerrilleros para sacarles información, por lo que se declaró una estricta política de abstinencia sexual. Incluso cuando algunos hombres iban a visitar a sus esposas a las reservas debían pasar por un «ritual de limpieza» antes de volver al bosque. A pesar de esto y de su escaso número, ya que apenas suponían un 5% de los efectivos del KLFA (Lewis, 2007: 23), las mujeres guerrilleras demostraron una gran valía y compromiso, algunas incluso obteniendo rango de oficiales, como Muthoni Kirima o Cinda Redi (Shamsul, 2007: 85 – 88; Lewis, 2007: 46 – 62; Alao, 2006: 21 – 23 / 42-43).

Por último, es de destacar la norma de no matar mujeres, especialmente mujeres kikuyus, fuese cual fuese su posicionamiento respecto al movimiento Mau Mau. Por un lado, gracias a ellas nacerían y crecían las nuevas generaciones de kikuyus, por lo que matarlas solo pondría en peligro la demografía local. Por otro lado, se miraba a las mujeres de forma paternalista, asumiendo que no tenían criterio propio y que si no apoyaban el movimiento era solo porque sus maridos no lo hacían, por lo tanto, era absurdo hacerlas responsables. A pesar de esto no pocas mujeres acabaron siendo víctimas de ataques y abusos durante la rebelión (Alao, 2006: 11).

REBELIÓN Y GUERRA

Entre 1950 y 1952 elementos calificados como Mau Mau empezaron con sus actividades subversivas. Los disturbios en Nairobi y otras ciudades del centro – sur de Kenia y los asaltos a las granjas de los colonos se hicieron cada vez más frecuentes. En ocasiones, los propios sirvientes y otros trabajadores de las casas, miembros encubiertos del Mau Mau, eran los que abrían las puertas a los guerrilleros, que armados con machetes saqueaban la propiedad, mataban al ganado e incendiaban las cosechas. El objetivo era desestabilizar el modo de vida de los colonos e inculcarles el miedo de que en cualquier momento y en cualquier lugar podía darse un ataque. También hubo ataques contra los «loyalist», keniatas simpatizantes de los británicos, normalmente políticos o miembros de las fuerzas de seguridad. Las amenazas incluso se extendieron a cualquier africano que no quisiera o dudara de unirse al Mau Mau, aunque no tuviese relación ninguna con los europeos.

Mientras tanto las autoridades coloniales, con dificultad para entender la naturaleza de la insurgencia, se tomaron la situación con excesiva calma. La Emergencia malaya, otro conflicto colonial antibritánico que llevaba activo desde 1948, acaparó excesivamente la atención de Londres, que consideraron a Kenia como un escenario secundario (Zimmerman, 2007: 88). Incluso el gobernador de la colonia Philip Mitchell llegó a declarar en un informe que «los problemas de Kenia son agrarios y sociales más que nacionalistas» y que podrían ser resueltos con políticas adecuadas a largo plazo (Majdalany, 1963: 85). Las únicas acciones destacables fueron la declaración de toques de queda en los distritos más problemáticos, la imposición de multas económicas a aquellos que tomaran el juramento y el intento de convencer a Jomo kenyatta de que denunciase públicamente a los Mau Mau. No fue hasta octubre de 1952, tras el asesinato de Warihiu wa Kung’u, un político kikuyu bastante crítico con Kenyatta y el KAU, cuando el nuevo gobernador Evelyn Baring decidió declarar una situación de emergencia y pedir refuerzos a Londres (Majdalany, 1963: 79 – 80 / 83 – 95).

El 21 de octubre de 1952 fue declarado oficialmente el Estado de Emergencia en Kenia y rápidamente se procedió a la detención de Jomo Kenyatta y otras figuras importantes del KAU, acusados de pertenecer y alentar las actividades de los Mau Mau. Esta primera respuesta, bautizada como Operación Jock Scott, pretendía “cortar la cabeza” a la rebelión, haciendo más fácil destruirla (Newsinger, 1981: 167 – 168). A Kenyatta se le condenaría más tarde, en un juicio sin garantías y con pruebas falsas, a siete años de prisión y trabajos forzados, mientras que el KAU y otras organizaciones nacionalistas serían ilegalizadas. La presencia militar y policial en las calles fue aumentada significativamente y de manera preventiva el gobierno colonial se dedicó a trasladar a miles de civiles kikuyus a campos de concentración o barrios vigilados, donde existían toques de queda y la violencia por parte de las autoridades estaba a la orden del día. En torno a un millón y medio de persona fueron desplazadas forzosamente (Illanas, 2017, págs. 79). Del mismo modo, la libertad de movimiento de toda la población negra se restringió mediante controles de identificación más estrictos.

La estrategia de contrainsurgencia británica buscaba lograr cuatro objetivos principales: (1) recuperar y controlar las áreas controladas por los Mau Mau; (2) pacificar y controlar a la población local, especialmente a los Kikuyu, Meru y Embu; (3) rehabilitar a los miembros del Mau Mau y (4) poner en marcha reformas políticas y económicas para solucionar las cuestiones más problemáticas (Condit, 1968, como se citó en Zimmerman, 2007: 88). El tercer y cuarto punto revelan que el objetivo final no era simplemente sofocar la rebelión para volver al status quo anterior, sino proporcionar la condiciones necesarias para que los kikuyus y otros grupos indígenas reacios a la “modernidad occidental” se convirtieran en ciudadanos civilizados, pacíficos y gobernables. Por muy bienintencionada que pareciera, la política de “rehabilitación” se llevó a cabo a través de una gran violencia, tanto contra guerrilleros como contra población civil (Elkins, 2000: 26 – 27/ 35 – 40).

Las fuerzas de seguridad coloniales se dividían en varios grupos: la Policía de Kenia, la Guardia Local Kikuyu, el Regimiento Keniata y los King’s African Rifles. El cuerpo de policía lo formaban agentes africanos, europeos y asiáticos comandados por oficiales británicos. Tuvieron una gran importancia en las tareas de contrainteligencia y despliegue de suministros a las fuerzas de combate. La Guardia Local Kikuyu fue una fuerza paramilitar organizada en 1953 por aquellos kikuyus que rechazaban al Mau Mau, colaborando estrechamente con la policía. El regimiento Keniata fue concebido como una milicia integrada por colonos blancos de Kenia y Uganda, aunque a partir de la crisis del Mau Mau fue admitiendo a miembros africanos en sus filas. Y, por último, los King’s African Rifles eran las fuerzas coloniales regulares del África Oriental británica, formada principalmente por soldados africanos y oficiales británicos. Seis batallones de los King’s African Rifles, algunos movilizados desde otros territorios del Imperio Británico en África, como Uganda o Tanganica, fueron los protagonistas de la lucha contra la rebelión Mau Mau (Alao, 2006: 52).

Todas estas unidades fueron además reforzadas por un batallón de Fusileros de Lancashire procendente de Egipto y un gran despligue mecanizado que incluía cuerpos de artillería e ingenieros, blindados ligeros, escuadrones de bombarderos y cazas de la RAF, y algunas fuerzas navales. Para mayo de 1953 el General George Erskine fue envíado a Kenia como comandante en jefe de todas las fuerzas militares y policiales en la colonia, que en total sumaban unos 10.000 soldados, 20.000 policías y 25.000 colaboracionistas africanos (Oppong & Oppong, 2004: 40).

Para hacer frente a los guerrilleros las regiones de Aberdare y Monte Kenia fueron declaradas áreas restringidas, por lo que si se encontraba a alguien allí se asumiría que era un Mau Mau y podría ser disparado inmediatamente. Fue en estas zonas donde se llevaron a cabo los combates más duros. Una de las tácticas más recurrentes era la de rodear un área boscosa, saturarla con artillería y bombardeos aéreos, y después avanzar hacia el interior disparando a todo aquel que se encontraran. Las actividades aéreas del ejército y la policía (Operación Mushroom) fueron muy importantes para los británicos, tanto en tareas de reconocimiento como en ataque. Se calcula que durante el conflicto fueron arrojadas unas 50.000 toneladas de bombas y disparadas más de dos millones de balas en ametrallamientos aéreos (Edgerton, 1989: 86 – 87).

Por su parte, los guerrilleros Mau Mau, que hasta el momento se habían dedicado a realizar ataques rápidos a objetivos poco vigilados, empezaron con incursiones cada vez más ambiciosas, confiando en su mejor conocimiento del terreno y en la gran red de información que habían construido para compensar su evidente inferioridad armamentística y táctica. A parte de los asaltos a las granjas de los colonos, que cada vez eran más violentos, las acciones de la guerrilla se centraron en el sabotaje de infraestructuras de transporte y comunicación y en el asalto en masa a comisarías de policía, campos de prisioneros y aquellos barrios donde vivían y trabajaban los «loyalist» (Alao, 2006: 45 - 49).

Si bien el uso de la fuerza fue el distintivo del KLFA, sus líderes no eran tan ingenuos como para pensar que podían derrotar militarmente a los británicos, por lo que también hubo intentos de diplomacia. En agosto de 1953, Dedan Kimathi, uno de los comandantes del KLFA en la región de Aberdare, publicó una carta en la que llamaba al gobierno a establecer un diálogo para hallar una solución política al problema de Kenia (Alao, 2006: 9 – 10). Por parte de los británicos también hubo varios intentos de negociación, ofreciendo “buenas condiciones” de rendición para intentar provocar deserciones entre los miembros menos convencidos del Mau Mau. Hasta tres grandes ofertas de rendición y amnistía fueron hechas, siempre con la oposición de los colonos, quienes veían cualquier cosa que no fuera una victoria militar completa como una admisión de capitulación británica (Anderson, 2017: 48 – 50 / 54).

En los ataques a las comisarías y los campos de prisioneros, a parte de la liberación de compañeros detenidos, los guerrilleros buscaban robar armas de fuego y munición, elementos muy escasos dentro del KLFA. Y es que al contrario de lo que creían las autoridades en el momento, los Mau Mau nunca recibieron ningún apoyo del exterior, ni siquiera de la esfera comunista. Sin una fuente de suministro externa y sin posibilidad de fabricar armas o municiones por ellos mismos, a los rebeldes solo les quedaba la opción de robarlas o comprarlas de manera clandestina. Se llegó a dar el caso de policías y soldados del gobierno que, como forma de ganarse un dinero extra, vendían sus armas a miembros del Mau Mau (Edgerton, 1989: 73). Ante la falta de armas de fuego, las armas blancas, muchas de fabricación casera, fueron ampliamente utilizadas por los guerrilleros. Destaca el uso de cuchillos y machetes como los «pangas» y los «simis», de escudos y lanzas, y hasta de arcos y flechas (Alao, 2006: 43 – 45, Zimmerman, 2007: 95).

A pesar de los importantes daños materiales, humanos y psicológicos que los Mau Mau lograron provocar en los primeros meses del conflicto, la respuesta británica fue lo suficientemente fuerte como para aislar a los guerrilleros e ir cortándoles poco a poco sus fuentes de suministros. La represión británica en las ciudades y reservas también forzó a parte de la población kikuyu a huir a los bosques, muchos de ellos mujeres, niños y ancianos no combatientes, lo que supuso una mayor presión para los limitados recursos de la guerrilla. Por otro lado, además de las operaciones militares convencionales, el mando británico también utilizó tácticas de infiltración a través de los «pseudo – gangs». Estos fueron kikuyus colaboracionistas o antiguos combatientes Mau Mau capturados y «rehabilitados» que eran enviados de nuevo a los bosques para desestabilizar el movimiento desde dentro (Alao, 2006: 14 / 54; Zimmerman, 2007: 90).

El primer revés importante para los Mau Mau fue la captura, en enero de 1954, de Warihiu Itote, mejor conocido como el General China. Aunque al principio se mostró decidido a no revelar nada sobre las actividades de los Mau Mau, acabó aceptando cooperar para organizar una rendición general a cambio de conmutar la pena de muerte a la que había sido condenado. El mando británico, además, gracias a la información que obtuvo de Itote, pudo preparar su siguiente movimiento. En abril de 1954 se puso en marcha la Operación Anvil, en la que cuatro batallones rodearon la ciudad de Nairobi, cortando de manera decisiva la mayor línea de suministros existente para los guerrilleros de los bosques. La operación también tenía el objetivo de detener a cualquier sospechoso de pertenecer al Mau Mau (para lo que simplemente valía con ser kikuyu), especialmente a los miembros del Comité Central. El arresto de figuras civiles importantes, mejor formadas y educadas que la mayoría de los miembros de la guerrilla, hizo que el liderazgo del movimiento cayera en manos de personas que carecían de los conocimientos políticos, económicos y sociales necesarios para gestionar eficientemente la rebelión. (Alao, 2006: 53 – 54 / 59).

Afectados por los pseudo – gangs, los arrestos masivos y la falta de recursos, las guerrillas fueron quedándose cada vez más aisladas y con poca capacidad de acción, prácticamente luchando solo por sobrevivir. Para enero de 1955 el gobernador de Kenia ofreció una última amnistía a los guerrilleros: si se rendían y entregaban las armas no serían condenados a muerte, aunque sí serían encarcelados. En junio, al no haber obtenido resultados relevantes, se retiró la oferta de amnistía. Mientras tanto los Mau Mau empezaron a realizar algunos asaltos a las propias reservas kikuyus en busca de comida, lo que molestó al ala pasiva del movimiento y acrecentó las tensiones internas entre algunos líderes. En octubre de 1956, Dedean Kimathi, el último líder importante del Mau Mau, fue capturado, poniendo fin al conflicto directo, aunque el Estado de emergencia se mantuvo hasta 1960 y pequeños grupos de guerrilleros continuaron escondidos en los bosques (Alao, 2006: 8 / 49 / 56; Zimmerman, 2007: 90 – 91).

El balance total de bajas (que varía ligeramente según la fuente, especialmente en lo referido a personas de origen africano) fue claramente desfavorable a los Mau Mau, quienes tuvieron entre 10.500 y 11.500 muertos y unos 2.600 capturados. En el lado de gobierno las bajas fueron mucho menores: entre 150 y 600 muertos (3 asiáticos, 63 europeos y 100 – 500 africanos) y entre 600 y 1500 heridos (12 asiáticos, 101 europeos y 500 – 1400 africanos). El número de víctimas civiles de origen africano fue de unos 1800 muertos y 900 heridos, mucho más que los europeos (32 muertos y 26 heridos) y que los asiáticos (26 muertos y 36 heridos). Durante los 8 años que duró el Estado de Emergencia entre 70.000 y 100.000 personas fueron detenidas. Económicamente, la rebelión costó a las autoridades británicas casi 56 millones de libras (Edgerton, 1989: 106; Majdalany, 1963: 221; Alao, 2006: 59).

LA HISTORIA SANGRIENTA

A parte de las consecuencias de un conflicto armado «normal», la rebelión Mau Mau dio lugar a episodios de atrocidades y crueldad indiscriminada por parte de ambas facciones.

Desde el principio las autoridades británicas dieron el visto bueno para detener o abrir fuego contra cualquier sospecho, lo que desembocó en detenciones arbitrarias y ejecuciones sumarias. Durante los interrogatorios fueron frecuentes las torturas, que incluían castraciones, mutilaciones y hasta violaciones contra las mujeres, con el doble objetivo de obtener información y de doblegar la voluntad de los detenidos de unirse o seguir apoyando la rebelión. Los ejercicios de intimidación psicológica también incluyeron la colocación de los cuerpos de guerrilleros muertos en las calles, a la vista de todos, y los castigos colectivos ante los ataques del KLFA, que incluían la detención, el desahucio y hasta el asesinato de civiles en las poblaciones cercanas al ataque (Illanas, 2017: 80 – 81; Alao, 2006: 54 – 55).

Los mayores abusos se dieron en los campos de detención, donde las malas condiciones de vida eran acompañadas por la brutalidad de los guardias contra hombres, mujeres y niños. Se esperaba que los trabajos forzados, las palizas, el aislamiento y el hambre sirvieran para «rehabilitar» a los detenidos y alejarles del Mau Mau (Elkins, 2000: 44 – 46). Destaca el caso del campo de Hola, donde en 1959 once prisioneros fueron golpeados hasta la muerte por los guardias. Aunque se intentó ocultar declarando que habían muerto por beber agua contaminada, el caso acabó llegando a la prensa londinense, provocando una gran polémica en el parlamento británico (Lewis, 2007: 56 – 57; Edgerton, 1989: 196 -199).

Por parte de los Mau Mau también se cometieron múltiples barbaridades. En los ataques contra las granjas de los colonos todos los que allí se encontraban solían ser ejecutados o mutilados, incluso los niños. En las refriegas contra la policía y el ejército, los soldados heridos eran rematados cortándolos por la mitad, o se les rompía las piernas y los brazos para dejarles morir lentamente. Si se hacían prisioneros estos eran usados para hacer prácticas de tiro o directamente asesinados mediante «diferentes e ingeniosas maneras», como tirándolos con las manos atadas a un río para que se ahogaran o quemándolos vivos. El objetivo de todo esto era sembrar el miedo entre los colonos y las fuerzas de seguridad (Edgerton, 1989: 124 – 125; Alao, 2006: 45 – 47).

También fueron frecuentes los ataques contra la población nativa que no apoyaba la rebelión, destacando la masacre de Lari, en la que los guerrilleros asaltaron e incendiaron el distrito de Lari, conocido por ser la residencia de muchos miembros de la Guardia Local Kikuyu. El ataque se saldó con casi 100 muertos, la mayoría mujeres y niños, y la zona arrasada por las llamas. El incidente, ya mediático de por sí, fue ampliamente difundido por las autoridades coloniales para dañar la imagen del movimiento, haciendo que gran parte de opinión pública internacional se posicionara en contra de los Mau Mau (Majdalany, 1963: 137 – 147; Edgerton, 1989: 78 – 90; Alao, 2006: 48 – 49).

Uno de los aspectos más curiosos del conflicto fueron las relaciones de los Mau Mau con otras culturas y religiones, en especial con el islam. A pesar de que no había nada puramente anti islámico en la política filosófica del movimiento, algunos miembros pensaban que los imanes estaban usando sus poderes mágicos para ayudar al gobierno contra ellos, por lo que se dieron algunos ataques a mezquitas y centros de reunión de musulmanes, como el de la Mezquita de Eastleigh, que acabó con la vida de 8 personas. (Alao, 2006, pág. 51).

CONSECUENCIAS

A pesar de la victoria militar indiscutible de los británicos, la rebelión tuvo sus efectos en la política colonial de Kenia. Económicamente, para rebajar el malestar social, se fomentaron mejoras salariales en las ciudades y se permitió una mayor libertad de cultivos en el campo4, pero lo más importante la puesta en marcha de un programa de repartición agrícola que buscaba favorecer el acceso de la población africana a la propiedad de tierras económicamente viables (Kanyinga, 2007: 5 – 6).

Políticamente, entre 1954 y 1956 el gobierno británico hizo varias concesiones destinadas a dar una mayor representación a los africanos en las instituciones coloniales. En 1956, de los 36 escaños del Consejo Legislativo, 14 estaban reservados a políticos africanos elegidos por sufragio censitario. Estos 14 disputados, pertenecientes a diferentes grupos étnicos, establecieron un frente común para exigir nuevos avances, como el fin del Estado de Emergencia, mayor representatividad institucional, la imposición del sufragio universal y la legalidad para formar partidos políticos de ámbito nacional, que desde 1952 estaban prohibidos (Gatheru, 2005: 161 – 163).

A principios de 1960 tuvo lugar un hecho altamente relevante, no solo para Kenia, sino para todos los territorios del Imperio Británico en África. El 3 de febrero, en la ciudad sudafricana de Ciudad del Cabo, el primer ministro británico Harold Macmillan pronunció su famoso discurso «Wind of change», en el que señaló que el gobierno del Reino Unido no se opondría a la independencia de sus colonias africanas (BBC News, 2008). La presión de los grupos políticos africanos, junto con la idea cada vez más extendida de que los días del Imperio estaba llegando a su fin, no hicieron más que acelerar la descolonización de Kenia.

En 1960 se llegó a un acuerdo para el autogobierno de la colonia y en 1961 se llevaron a cabo las primeras elecciones con partidos nacionales y sufragio universal. También ese año, Jomo Kenyatta, que si bien había terminado su condena en 1959 tuvo que permanecer recluido en una aldea apartada, fue completamente liberado y se unió al partido Kenya African National Union (KANU), aceptando la presidencia del mismo. A pesar de la campaña de desprestigio a la que fue sometido por parte de las autoridades coloniales Kenyatta seguía siendo visto por gran parte de la población africana como el «padre de la política en Kenia» (Gatheru, 2005: 165).

En mayo de 1963 el KANU ganó las elecciones y en diciembre de ese mismo año Kenia se convirtió en un país independiente (dentro de la Commonwealth) con Jomo Kenyatta como presidente. Como acto simbólico, durante la ceremonia de celebración de la independencia, los pocos guerrilleros Mau Mau que quedaban en activo desfilaron públicamente y entregaron sus armas al nuevo presidente (Alao, 2006: 61) .

CONCLUSIONES

La rebelión Mau Mau fue uno de los conflictos coloniales más peculiares de África. Se trató de uno de los primeros intentos de lucha por la independencia con protagonismo de una fuerza armada organizada, que, además, al contrario que en otras guerras de independencia posteriores (cómo Argelia, Angola o Mozambique), no contó con ningún apoyo internacional. A esto se le une un marcado carácter de conflicto civil, que supuso una gran catástrofe demográfica y social para la comunidad negra de Kenia, y que desmiente la narrativa de una guerra de liberación de “negros contra blancos”.

¿Consiguió la rebelión sus objetivos? Depende de cómo se mire. Si se considera que el objetivo era conseguir la independencia exclusivamente a través de la fuerza, entonces fue un absoluto fracaso. El KLFA era una milicia irregular, mal equipada y entrenada, incapaz de rivalizar con las fuerzas de seguridad coloniales y el ejército británico, muy superiores en número, armamento y táctica. Los Mau Mau tampoco supieron venderse ni nacional (poco apoyo de otras etnias y división de la propia comunidad kikuyu) ni internacionalmente (ningún apoyo exterior), principalmente debido a los efectos de la propaganda británica, que difundió el relato de salvajes criminales influenciados por la brujería y el canibalismo. Además, la mala formación educativa de los guerrilleros y los conflictos internos entre sus propios líderes acabaron sentenciando el movimiento.

Por otro lado, si el objetivo era conseguir la mejora de las condiciones de vida de la población y atraer la atención de las autoridades para iniciar el proceso de descolonización, entonces la rebelión sí que dio sus frutos. En un mundo donde cada vez se oían más voces a favor de la autodeterminación de los pueblos, las actividades del Mau Mau forzaron al gobierno de Reino Unido a replantease su política colonial, que en vez de un elemento de prestigio y fuente de riqueza, se estaba convirtiendo en un gran foco de conflictos. Al mismo tiempo, los colonos quedaron probablemente convencidos de que nunca podrían controlar el país sin la asistencia militar británica, por lo que la idea de una independencia unilateral por su parte era inviable. Para reducir la conflictividad social y restar apoyos a los extremistas Mau Mau las autoridades optaron por mejorar las condiciones económicas y de representatividad política de los africanos en Kenia. Este segundo hecho fue el decisivo, ya que los representantes de la comunidad africana siguieron presionando a través de las instituciones por el autogobierno y la independencia, finalmente conseguida en 1963.

Se puede concluir entonces que la rebelión Mau Mau, a pesar del fracaso desde el punto de vista militar, fue un elemento determinante para el proceso de descolonización e independencia de Kenia. Dentro de la historia del país, en la actualidad se recuerda la rebelión con fascinación y alegría, por ser la antesala de la independencia, pero al mismo tiempo, la gran cantidad de violencia acontecida la convierte en uno de sus episodios más oscuros. En 2013, el gobierno británico pidió perdón por los crímenes cometidos en Kenia y anunció reparaciones económicas a las víctimas y sus familias (BBC News, 2013), aunque sigue habiendo reclamaciones por parte de antiguos veteranos Mau Mau (The EastAfrican, 2023). Por el otro lado, los crímenes Mau Mau han quedado practicamente olvidados, sobreponiendose la imagen de los guerrilleros como héroes de la libertad, imagen que no pocas veces ha sido instrumentalizada por los políticos keniatas cuando han necesitado agitar la bandera del nacionalismo (Miaron, 2009; Mwangi, 2010).

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Recursos digitales

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Naciones Unidas. Carta de las Naciones Unidas. https://www.un.org/es/about-us/un-charter/full-text

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Terisa Turner. Mau Mau Women. https://www.terisaturner.com/MauMau/index.htm

The EastAfrican. Kenya’s Mau Mau veterans seek royal redress from King Charles III. https://www.theeastafrican.co.ke/tea/news/east-africa/mau-mau-veterans-seek-royal-redress-from-charles-iii-4412948

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1 Técnicamente la Colonia de Kenia se refería a las tierras del interior, mientras que una pequeña franja costera, nominalmente bajo la soberanía del Sultán de Zanzíbar, constituía el Protectorado de Kenia. De facto, ambas entidades eran controladas como una única unidad administrativa.

2 Durante los años 30 Jomo Kenyatta trabajó en Londres y otros lugares de Europa como representante de la Kikuyu Central Association, tratando de defender los derechos de los kikuyus en Kenia. Su activismo político en el extranjero le convirtió en uno de los lideres nacionalistas keniatas más reconocidos. En 1946 regresó a Kenia y se unió al KAU.

3 Rebecca Njeri fue la directora de la sección femenina de la Kenya African Teachers College, una institución creada por Jomo Kenyatta para formar a profesores africanos y ofrecer servicios educativos a niños keniatas. Njeri fue detenida en 1952 tras la declaración del Estado de Emergencia y permaneció encarcelada hasta 1960.

4 4 El cultivo de café, uno de los productos que más rédito económico daba, estaba prohibido para los agricultores africanos.

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