Guerra Colonial

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La geopolítica práctica del Estado Novo portugués en el contexto de la guerra colonial (1955-1974)

The practical geopolitics of the Portuguese Estado Novo in the context of the colonial war (1955-1974)

Mariano García de las Heras
Universidad Complutense de Madrid, Madrid, España

Jerónimo Ríos Sierra
Universidad Complutense de Madrid, Madrid, España
jeronimo.rios@ucm.es

Recibido: 29/11/2022
Aceptado: 2/12/2022

DOI: https://doi.org/10.33732/RDGC.11.77

Resumen

El siguiente trabajo tiene como objetivo analizar, desde la geopolítica crítica, y en concreto, desde las posibilidades que ofrece la geopolítica práctica, la esencia del discurso de las autoridades estatales portuguesas en relación con su condición de potencia colonial; especialmente, una vez que inicia el proceso descolonizador, a partir de comienzos de la década de los sesenta. Concretamente, el período abordado por este trabajo transcurre desde 1955, año en el que se produce su adhesión en Naciones Unidas, y hasta el fin de la dictadura, producido en 1974. A tal efecto, se recurre, como fuente primaria, a las sesiones parlamentarias celebradas en la Asamblea Nacional portuguesa y las intervenciones públicas del jefe de Estado, António de Oliveira Salazar. De este modo, se da cuenta de cómo evoluciona el fundamento de la política exterior del país, en un momento especialmente convulso de su historia, en donde el binomio legitimación/amenaza ostenta una posición nuclear en términos discursivos.

Palabras clave
Geopolítica Crítica, Descolonización Portuguesa, Guerra Fría, Guerra Colonial, Colonialismo Portugués

Abstract

The following work aims to analyze, from critical geopolitics, and specifically, from the possibilities offered by practical geopolitics, the essence of the discourse of the Portuguese state authorities in relation to their status as a colonial power. This, once the decolonization process began, from the beginning of the sixties. Specifically, the period covered by this work runs from 1955, the year in which he joined the United Nations, and until the end of the dictatorship, produced in 1974. For this purpose, the primary source is the sessions parliamentary sessions held in the Portuguese National Assembly and public interventions by the Head of State, António de Oliveira Salazar. In this way, this paper explores how the foundation of the country's foreign policy evolves, at a particularly convulsive moment in its history, where the legitimation/threat binomial holds a nuclear position in discursive terms.

Keywords
Critical Geopolitics, Portuguese Decolonization, Cold War, Colonial War, Portuguese Colonialism

INTRODUCCIÓN Y CRITERIOS METODOLÓGICOS

El desenlace de la II Guerra Mundial significa el comienzo de un nuevo orden geopolítico, cuya configuración es discutida durante el transcurso del propio conflicto armado. La neutralidad de Portugal en la contienda responde a su secular alianza con Londres y esta circunstancia permite la integración del Estado Novo en la construcción del mundo de posguerra. Sin embargo, el escenario inmediato a la fecha de 1945 también es testigo de un fenómeno emancipador registrado en los territorios afroasiáticos de las potencias coloniales europeas.

Lisboa sostiene una disputa en los foros internacionales, especialmente a partir de su admisión en Naciones Unidas en el año 1955, con la firme intención de conservar sus territorios ultramarinos. En este contexto, el salazarismo introduce una serie de reformas guiadas por los «nuevos vientos» de la descolonización y ofrecer una imagen ajustada a las exigencias de independencia emanadas desde las colonias.

El objetivo de este trabajo consiste en desvelar los razonamientos esgrimidos por las elites políticas del Estado Novo portugués durante el período comprendido entre los años 1955-1974. La fecha de 1961 marca el inicio de la guerra colonial y sirve para dividir el arco cronológico examinado con una etapa previa que expresa las disquisiciones diplomáticas entre Lisboa y las demandas formuladas desde la Asamblea de Naciones Unidas. Además, en la segunda mitad de los años cincuenta, Portugal experimenta las primeras convulsiones de los movimientos emancipadores de las colonias en Goa. En la segunda fase, que coincide plenamente con el conflicto armado entre las fuerzas metropolitanas y las guerrillas de liberación operativas en los territorios africanos, el análisis descansa sobre un doble hilo narrativo: la afirmación de unos argumentos legitimadores y la identificación de un conjunto de amenazas.

En términos metodológicos, el trabajo recurre a las fuentes primarias aportadas por las elites políticas del Estado Novo. Las sesiones parlamentarias celebradas en la Asamblea Nacional portuguesa y las intervenciones públicas de António de Oliveira Salazar constituyen el objeto de estudio. Estos criterios guían la búsqueda de los fundamentos que consagran la política exterior de Portugal durante el período histórico seleccionado y coinciden, desde una perspectiva crítica, con la vertiente práctica de los discursos geopolíticos.

LA PERSPECTIVA CRÍTICA DE LOS ESTUDIOS GEOPOLÍTICOS

La geopolítica representa una cuestión cultural colmada de complejidades a través de la representación u omisión de identidades formuladas en los discursos políticos contemporáneos (Dalby, 2002: 295). El propósito fundamental de los enfoques críticos consiste en desvelar los esquemas y las tramas operativas del poder subyacentes en los razonamientos enunciados desde diferentes ángulos de la realidad social mediante la construcción narrativa de ideas ordenadas por actores heterogéneos (Dalby, 1991; Ó’Tuathail y Agnew, 1992; Sharp, 1993; Ó’Tuathail, 2002).

El reconocimiento de múltiples agencias en la producción y difusión de razonamientos geopolíticos implica, por un lado, una saturación de la vida cotidiana a través de numerosos cauces (medios de comunicación, informes de seguridad nacional, centros de estudios especializados, industria cinematográfica, literatura, etc.) y, por otro, la progresiva emergencia de nuevas líneas de investigación que componen un terreno fértil para el análisis dedicado a las imbricaciones entre el espacio y el poder.

La noción de discurso constituye el epicentro de las corrientes críticas de la geopolítica alumbradas en el último tramo del siglo pasado. Las intersecciones entre las referencias geográficas y las pautas políticas dominan los estudios afincados en este tipo de perspectivas epistemológicas porque “las estrategias de poder siempre requieren el uso del espacio (…) para crear imágenes espaciales particulares, principalmente del territorio y las fronteras en el arte de gobernar” (Sharp, 1993: 492).

El término «discurso geopolítico» designa, según Ó’Tuathail y Agnew (1992), la instrumentalización de un conjunto de recursos socioculturales para dotar de significado las dinámicas globales. En este sentido, las imágenes y representaciones que configuran espacialmente el escenario del sistema de la economía-mundo son múltiples, artificiales y están sujetas a una constante reformulación.

El análisis geopolítico dedica su atención a la definición de amenazas, tanto reales como figuradas, y a la construcción de identidades a través de la prescripción de comportamientos políticos en contextos específicos. La elaboración de modelos geopolíticos fundados en determinadas presunciones geográfico-políticas busca proporcionar certidumbre mediante la defensa de unos ideales o valores precisos, que previamente han sido seleccionados por unas elites civiles o militares. Este ejercicio indica un proceso intelectual y su aspiración consiste en transformar los planteamientos teóricos en códigos prácticos, que orienten la política exterior de sus Estados. Por este motivo, la capacidad para edificar una comprensión popular del contexto es una tarea esencial de la disciplina geopolítica (Dalby, 2002: 295).

Las contribuciones de Carol Cohn (1987) y Joanne Sharp (2000) subrayan la relevancia de la cultura calificada de «científica» producida por los estudios estratégicos durante el conflicto bipolar entre Washington y Moscú para fundamentar una identidad particular a través de un lenguaje específico. El colapso de los guiones establecidos por la «geopolítica ideológica» de la Guerra Fría (Agnew, 2005) inaugura una etapa definida por la constante discusión política relativa a la configuración de un nuevo orden, aunque sus focos de producción están restringidos al espacio occidental.

Las referencias a las agendas de seguridad, el papel de la diplomacia y los patrones establecidos por las elites político-militares expresan una serie de problemáticas entrelazadas, de manera muy visible, con las preocupaciones vertidas sobre la cultura popular y la representación de identidades en los razonamientos geopolíticos (Dijkink, 1996). La literatura crítica especializada evidencia que las prácticas bélicas y la confección de políticas destinadas a proporcionar un determinado estilo de gobernanza responden a la cristalización de arquetipos histórico-culturales (Walker, 1993; Shapiro, 1997; Dalby, 2003; Cairo, 2006, 2020).

Los mitos y las tradiciones históricas son ingredientes culturales, que operan en la definición de unos límites capaces de diferenciar entre un «Nosotros» y un «Ellos». Al mismo tiempo, como indica Dijkink (1996), la existencia de unas culturas catalogadas de «nacionales» implica el reconocimiento de unas «visiones geopolíticas» nacionales. Los estudios críticos enfatizan las referencias geográficas para argumentar y legitimar las diversas líneas que integran la política exterior de las entidades estatales.

Las contribuciones de los estudios críticos de la geopolítica sortean las contrariedades provocadas por la noción de cultura. Sus análisis concentran la atención en las cuestiones de identidad y, particularmente, en la elaboración narrativa de la alteridad como una pieza fundamental para las agendas políticas de seguridad y defensa. La producción literaria especializada en esta línea temática destaca la importancia de las imágenes y de las representaciones espaciales afirmadas, de manera simbólica o manifiesta, en las tres vertientes de los discursos geopolíticos: práctica, formal y popular (Ó’Tuathail y Dalby, 2002: 5).

Dicho lo anterior, la geopolítica práctica guarda relación con aquella geopolítica que proviene de las burocracias estatales, de manera que guarda relación con narrativas, discursos y prácticas provenientes de academias militares y diplomáticas en ámbitos tales como la seguridad, la defensa, la cooperación o la diplomacia. Por su parte, la geopolítica formal es la originada desde propuestas teóricas, modelos y doctrinas que son construidas por la intelligentsia del Estado, los think tanks y las universidades, y sirve de guía para el desarrollo de la geopolítica práctica y la acción geopolítica del Estado. Por último, la geopolítica popular es la desarrollada a partir de manifestaciones culturales lato sensu, como es el caso del cine, la radio, la prensa o la literatura. El discurso generado por y desde la geopolítica popular guarda relación con la construcción de identidades, relatos o imaginarios que se incardinan con el sentido geopolítico de una sociedad o grupo social dado. De esta manera, estas tres aristas de la geopolítica no son compartimentos estancos y, todo lo contrario, están en continua interacción.

En nuestro caso, el protagonismo recae en la visión geopolítica práctica del Estado Novo portugués durante el período de la guerra colonial, que transcurre entre el año 1961 y el proceso transformador de la Revolución de los Claveles fechado en abril de 1974. Las conexiones establecidas entre los núcleos imperiales y las periferias coloniales muestran la relevancia de las metáforas espaciales en la construcción de imaginaciones geopolíticas (Agnew, 2005).

LA PERVIVENCIA DE LAS NARRATIVAS IMPERIALES EN EL ESTADO NOVO

Las colonias portuguesas son un motivo de ostentación nacional y una muestra de ello es el Mapa cor-de-rosa, fechado en 1886, que señala las pretensiones territoriales de Lisboa en el continente africano durante la coyuntura del ultimátum británico (Imagen 1). El proyecto ideado consiste en controlar la franja territorial entre las posesiones lusas de Angola y Mozambique. Sin embargo, los afanes portugueses colisionan con los intereses de Londres y su objetivo de trazar una conexión en dirección Norte-Sur, entre El Cairo y Ciudad del Cabo.

Imagen 1. Mapa de cor-de-rosa

Fuente: Sociedade de Geografía de Lisboa (1886)

Las representaciones cartográficas constituyen una potencial herramienta para la propaganda política a través de la circulación de ideas al servicio de unas determinadas inclinaciones, generalmente calificadas de «intereses nacionales» (Cairo, 2006; Corkill y Pina, 2009). Un ejemplo de ello es la Exposición Colonial organizada por el Estado Novo en la ciudad de Porto y celebrada, bajo el lema Portugal não é um país pequeño (Imagen 2), en 1934. El citado evento brinda al salazarismo la oportunidad de transmitir la magnitud territorial del Imperio portugués mediante la ilustración titulada No rumo do Imperio, que acompaña el certamen dirigido por el oficial del ejército Henrique Galvão.

Imagen 2. Portugal não é um pais pequeno

Fuente: Galvão (1934)

En una dirección similar al ejemplo anterior podemos destacar la creación de Roberto Araujo (1947), que refleja las rutas recorridas por los exploradores portugueses1 durante el período histórico cursado entre los años 1482-1606. Las expediciones dirigidas por Diego Cão (1482-1485), Bartolomé Díaz (1487-1488), Vasco da Gama (1497-1498) y Pedro Alvares Cabral (1500) son las encargadas de circunnavegar los contornos terrestres del continente africano. La representación cartográfica está enmarcada por la siguiente leyenda: «Portugal, el país que más ha contribuido al conocimiento geográfico del globo. En el transcurso de un siglo descubrió y exploró casi dos tercios del globo habitado» (Imagen 3). Este documento busca reivindicar el papel del llamado país pequeno en una empresa con magnitud global y establecer, a partir de una época pretérita, sus legitimidades imperiales.

Imagen 3. Portugal: the country that has contributed most to geographic knowledge of the globe

Fuente: Araujo (1947)

La producción cartográfica favorece la elaboración de unos determinados imaginarios geográficos y fortalece los argumentos geopolíticos enunciados por el salazarismo. No obstante, la configuración de un nuevo orden mundial diseñado por los Aliados durante la II Guerra Mundial y el inicio del proceso emancipador protagonizado por las colonias afroasiáticas impugnan las pretensiones imperiales del Estado Novo portugués.

La primera respuesta de Lisboa consiste en introducir una serie de cambios en su ordenamiento jurídico-administrativo, que no logran evitar la lucha armada en sus territorios coloniales ubicados en el continente africano. Sin embargo, las reformas constitucionales ejecutadas en 1945 y 1951 buscan enmascarar la centralidad metropolitana en las conexiones jerarquizadas con sus distintas «provincias ultramarinas».

La década de 1950 fue un período de exaltación imperial. Miles de colonos portugueses partieron hacia los dominios en busca de las oportunidades que no tenían en su país (Evans, 2012: 499). Sin embargo, la expansión del nacionalismo africano era imparable y, como resultado, Portugal se vio envuelto en una serie de guerras coloniales que comenzaron en Angola en 1961, seguidas de Guinea en 1963 y Mozambique en 1964. Goa fue anexionada por India en 1961.

GUERRA FRÍA, NACIONES UNIDAS Y EL FENÓMENO DE LA DESCOLONIZACIÓN

Una particularidad de los códigos geopolíticos producidos desde Lisboa es su admisión en el sistema de defensa articulado en torno a la OTAN. Portugal es uno de los miembros fundadores de esta organización y Salazar busca ampliar, sin éxito, el perímetro de las disposiciones establecidas en el Tratado de la OTAN para incluir los territorios ultramarinos. Las discusiones sobre los mecanismos de integración en el nuevo orden diseñado por Washington involucran a los estamentos militares, pero la centralidad del Imperio mantiene su privilegiada posición en la imaginación geopolítica del Estado Novo (Sidaway, 2003: 126).

La invitación cursada a Lisboa para participar en el Tratado del Atlántico Norte, suscrito en 1949, responde al valor estratégico concedido por Estados Unidos al archipiélago de las Azores ante una eventual intervención estadounidense en la Europa dominada por el orden bipolar de la Guerra Fría. Precisamente, el ingreso de Portugal en la OTAN es la principal baza diplomática jugada por el salazarismo para frenar las presiones procedentes de Washington y Londres, que buscan una solución moderada y negociada para las aspiraciones emancipadoras de las colonias portuguesas. En un discurso emitido en radio y televisión el 12 de agosto de 1963, Salazar afirmaba que «la lucha contra la presencia portuguesa en los organismos técnicos internacionales, donde tenemos plenos derechos, es un hecho que no hace ningún favor a los africanos y no da crédito a los occidentales» (Salazar, 2016 [1963]: 1047)

Las autoridades salazaristas no plantean en ningún momento la descolonización como opción para su «problema ultramarino». El mantenimiento del soporte imperial es un principio fundamental para el Estado Novo fortalecido por el amplio respaldo de la sociedad portuguesa (Cueto, 2011). Las únicas excepciones que muestran su simpatía por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación son la sección juvenil del Movimento de Unidade Democrática en 1953 y el Partido Comunista Portugués a partir de 1957.

Lisboa conserva un razonamiento colonial hasta mediados de la década de 1950. El ingreso de Portugal en Naciones Unidas significa, en 1955, un hito en el proceso de rehabilitación del Estado Novo salazarista dentro del orden político dibujado tras la II Guerra Mundial. Este episodio neutraliza, al mismo tiempo, sus argumentos dedicados a invisibilizar su arquitectura imperial en respuesta a la Resolución 1514(XV) emitida desde el foro internacional fundado en la ciudad californiana de San Francisco en octubre del año 1945 que «proclama solemnemente la necesidad de poner fin rápida e incondicionalmente el colonialismo en todas sus formas y manifestaciones».

Una serie de rasgos prevalecen en los discursos geopolíticos portugueses después de la II Guerra Mundial. Uno de los ejes predominantes radica en la custodia de los territorios coloniales en un escenario marcado por la concertación de un nuevo orden geopolítico basado en el terror introducido por el armamento nuclear y el constante dinamismo del fenómeno de la descolonización formal registrada en la periferia del sistema-mundo.

Una peculiaridad de la descolonización portuguesa es la intransigencia de Lisboa para ceder la soberanía de sus territorios africanos. Esta actitud impide, según la lectura de las tesis desarrollistas, «la necesaria marcha “hacia el mundo moderno” de los africanos» (Davidson, 1973: 5). La interpretación de las elites políticas salazaristas conduce a la enunciación de un discurso con un acentuado tono paternalista sobre la situación colonial. No obstante, las autoridades metropolitanas no obvian las transformaciones registradas en el escenario geopolítico tras la II Guerra Mundial y proceden a introducir una serie de modificaciones mínimas en la trama de relaciones coloniales existente.

Salazar y los dirigentes lusos rechazan las propuestas planteadas al otro lado del Atlántico porque consideran que concertar un acceso a la independencia significaría abrir la espita de las reivindicaciones democratizadoras en la metrópoli. En este contexto, la noción de «imperio» es sustituida por la idea de «ultramar», mientras que las «colonias» son transformadas en «provincias» y el acceso a la ciudadanía está restringido a los nativos que admitan un modus vivendi «europeo». El Estado Novo considera que este juego semántico es suficiente para sortear la fiscalización de la ONU sobre sus prácticas imperiales.

La estructura de los razonamientos geopolíticos del salazarismo sobre el fenómeno de la descolonización y su admisión en la ONU provoca un cambio sustantivo: la formalización de una reforma constitucional realizada en 1951, que sustituye el término de «colonias» por «provincias». Esta revisión del ordenamiento jurídico-administrativo de las colonias portuguesas significa un retroceso a la concepción previa a la República y cuyos ideales sustentan la noción de una entidad imperial unitaria, aunque con una intencionalidad contemporánea (Sidaway, 2003: 127).

Las crecientes presiones dirigidas contra Lisboa para proceder al desmantelamiento de sus territorios coloniales obligan a estrechar los mecanismos de vigilancia. La petición formulada por el Secretario General de la ONU, el diplomático sueco Dag Hammarskjöld, insta al Estado Novo a presentar información detallada sobre las condiciones políticas y socioeconómicas de sus territorios coloniales (Oliveira, 2017). Sin embargo, este requerimiento halla la respuesta evasiva de Lisboa, que afirma la existencia de una igualdad jurídica entre los habitantes de sus «provincias» y los ciudadanos de la metrópoli. Este hilo narrativo es reflejado en las siguientes palabras pronunciadas por Américo Tomás:

«La sorpresa por el resentimiento del pueblo portugués y la reacción que se ha visto en todas partes contra las actitudes y resoluciones de la ONU me obligan a creer que los Estados Unidos, cuya política ha sido siempre de total comprensión y amistad con nosotros, se hallaron ante una nueva realidad distinta a la que habían asumido. Claramente hubo un grave error al considerar los territorios portugueses de ultramar como un territorio de pura expresión colonial; error al pensar que nuestra Constitución Política podría integrar territorios dispersos sin que existiera una comunidad de sentimientos suficientemente expresiva de la unidad de la Nación» (Diário das Sessões, 1961a: 924)

La ONU activa, en este contexto, un Comité Especial para los Territorios Administrados por Portugal, que busca recopilar información sobre la situación sociopolítica de las poblaciones bajo el control de Lisboa. Las investigaciones desarrolladas por el citado organismo concluyen que las aspiraciones amparadas por el principio de autodeterminación son insatisfechas a pesar de la retórica reformista del Estado Novo. Salazar interpreta la tensión producida por la disputa global entre Washington y Moscú para justificar la posición de Lisboa desde un punto de vista estratégico:

«Dejando a un lado lo que es importante para la defensa de Europa, fuertemente sacudida por la política africana de Estados Unidos, un hecho sobresale con toda evidencia: el continente africano es hoy el gran espacio de competencia entre las dos Naciones más poderosas, Estados Unidos y Rusia, o de tres, puesto que la China comunista hizo allí su aparición […] Esta competición en el espacio africano puede llevar a un entendimiento que antes se conocía como la definición de zonas de influencia y que ahora puede tener otro nombre» (Salazar, 2016 [1963]: 1056-1057)

La reacción portuguesa consiste en establecer, a partir de 1957, sucursales de la PIDE en todas las posesiones ultramarinas con la finalidad de anular cualquier iniciativa subversiva. De este modo, Portugal inicia una batalla consular frente a la coalición anticolonial encuadrada en la ONU.

La atmósfera política observada en Lisboa está impregnada por la definitiva anexión de Goa a la Unión de la India en diciembre de 1961 y el estallido previo de movimientos emancipadores en las colonias africanas, que optan por recurrir a la lucha armada desde febrero de ese mismo año. Además, la metrópoli afronta las presiones ejercidas desde Naciones Unidas en un ambiente definido por la agitación política provocada por el fallido intento golpista en el mes de abril y la importante campaña de movilización estudiantil contra el Estado Novo.

Portugal decide abandonar Goa para concentrar sus fuerzas en el continente africano tras la insurrección campesina registrada en el distrito angoleño de Malanje durante las primeras semanas del año 1961. Lisboa reacciona violentamente para sofocar el episodio subversivo detectado en Baixa de Cassanje y provoca un saldo de víctimas mortales muy elevado, aunque con fuertes discrepancias según las fuentes accesibles (Oliveira, 2017). El citado evento simboliza el aldabonazo definitivo en el proceso de emancipación de las colonias portuguesas en África a través de la ofensiva contra las propiedades de los colonos iniciada por la União das Populações de Angola (UPA), que obliga a Salazar a movilizar una cifra desproporcionada de recursos bélicos para frenar la situación. En definitiva, el Estado Novo apuesta por la solución militarizada para «pacificar» las demandas de independencia emitidas desde sus «provincias» y una prueba de ello es la siguiente disertación de Silva Mendes:

«En este momento de la vida de la Nación, una grave responsabilidad recae sobre los hombros de los hombres del Gobierno […] Ya se han cometido errores de imprevisión y falta de preparación, pero nada se gana con aludir a ellos. Ahora es necesario actuar, pero rápido, considerando que estamos verdaderamente en guerra y es necesario guarnecer la región donde se llevan a cabo los actos de terrorismo con las tropas y fuerzas policiales suficientes» (Diário das Sessões, 1961b: 534)

Oliveira (2017) señala dos factores explicativos sobre la negativa lisboeta a aceptar los «vientos de cambio»2 detectados en el continente africano en el último tramo de la década de 1950. En primer lugar, la doctrina ideológica que sustenta la dictadura salazarista expresada a través del corporativismo del Estado Novo. En segundo término, la particular percepción de las autoridades lusas sobre el proceso de la descolonización en comparación con el resto de las viejas potencias imperiales europeas, pues consideran que Portugal carece de una estrategia política ventajosa ante una hipotética ruptura de los lazos de dependencia con respecto a sus colonias. Salazar insiste en destacar que «la desintegración del sistema [colonial] reduciría por sí misma su potencial económico y político [de Europa Occidental]» (Salazar, 2016 [1963]: 1055).

LA CONSTRUCCIÓN DE LEGITIMIDADES Y AMENAZAS

El imperio portugués desde Minho a Timor

Portugal reitera la imagen del «paradigma colonial» en sintonía con los estímulos modernizadores de otras potencias europeas. Lisboa apuesta por mantener un enfoque «integralista», que consiste en rescatar las ideas atávicas ligadas al asimilacionismo para presentar su dominio colonial bajo la equivalencia de una experiencia sociocultural carente de prejuicios y fundamentada en torno a la noción, formulada por Gilberto Freyre, del «lusotropicalismo». El discurso de Artur Águedo de Oliveira en la sede parlamentaria del Estado Novo condensa estas ideas del siguiente modo:

«Estamos en Angola, sin reacciones apreciables, desde 1482 y en Mozambique desde 1505; fuimos varias veces invadidos ya por enemigos y por expoliadores ¡Allí permaneceremos! […] Integración significa también descolonizar porque asegura la independencia nacional, el desarrollo y una vida que pueda llamarse propia. Integrar significa descolonizar y sin embargo no quieren que sea así […] Integración significa la elevación del nivel moral y civilizador hasta el nivel europeo […] Significa unidad moral y política. Esto es lo contrario, lo opuesto a la descolonización» (Diário das Sessões, 1961c: 511-513)

El Estado Novo aprueba un conjunto de medidas destinadas a reformar los aspectos coloniales de su ordenamiento jurídico como consecuencia del ciclo de protestas originado en Angola. El dato más sobresaliente de esta maniobra es la eliminación del Estatuto de los Indígenas, que implica reconocer la ciudadanía portuguesa a los habitantes nativos de los territorios africanos.

El papel de Portugal en la defensa de los valores cristianos de Occidente representa una segunda vertiente en el discurso geopolítico práctico de las elites portuguesas «frente a un enemigo con armas modernas, que les son confiadas por países enemigos de la civilización y envidiosos de la situación que ocupamos en África como pueblo civilizador», como indica Moreira Longo (Diário das Sessões, 1966: 808). Unos años antes, el diputado Alexandre Lobato defendía un argumento similar:

«Fuimos los primeros en el mundo en declarar válidas y legítimas las instituciones propias de las poblaciones indígenas, que fueron respetadas en la vida y en el derecho, dejando a la acción del Estado el diálogo de los valores culturales y a la libertad de conciencia el problema de la elección de las instituciones […] Todo ello cuando aún no se había llegado a la conclusión de que en todos los tipos de civilización existen valores universales […] Que no quepa duda de que si Portugal existe en ultramar se debe al secular respeto portugués, en las leyes y en los hechos, por las instituciones nativas» (Diário das Sessões, 1963b: 1905)

En el caso de Portugal, país de la OTAN y receptor de la ayuda del Plan Marshall, el imperio fue el precio de la adhesión portuguesa al anticomunismo internacional. Para Salazar, las posesiones imperiales proporcionaban prestigio, así como materias primas y mercados que actuaban como amortiguador contra la incertidumbre económica (Evans, 2012: 499). Los fundamentos ideológicos de este hilo narrativo geopolítico están subordinados al mito imperial, que sostiene la dimensión territorial integral desde «Minho a Timor» (Coelho, 2003: 179).

La amenaza comunista

Los movimientos de liberación organizados en las colonias afroasiáticas intensifican la impugnación del colonialismo portugués como consecuencia de su acceso a la Asamblea General de la ONU. La redefinición de las colonias como «provincias» adquiere una mayor relevancia y Lisboa busca reasignar, en defensa de sus territorios, la representación de los códigos geopolíticos fundamentados en el criterio ideológico del orden bipolar. El objetivo consiste en sustituir la división Norte-Sur por una fractura binaria entre los extremos representados por la dualidad comunismo-anticomunismo. Una prueba de ello es la intervención del diputado Artur Águedo de Oliveira, en calidad de representante de Angola en la Asamblea Nacional del Estado Novo, para definir la noción de descolonización en los siguientes términos:

«[…] significa el vasallaje al partido comunista, ateísmo y servidumbre económica […] La confusión y la crítica resultan, por tanto, de aquello que algunos escritores llaman la solidaridad de los pre-marxistas, del “impacto del color” y de la exportación de revoluciones, como atajos para el cataclismo social» (Diário das Sessões, 1961b: 513)

En el transcurso de la guerra colonial, los territorios africanos bajo la administración metropolitana portuguesa experimentan un proceso de militarización. El recurso a la lucha armada iniciada por los movimientos emancipadores en las colonias halla legitimidad, por tanto, en la negativa metropolitana para favorecer los procesos de acceso a la independencia política. Esta dinámica responde a una lógica afirmada por una lectura categórica, que considera la potencial transformación de las poblaciones nativas en “terroristas”. En un discurso pronunciado por Salazar sobre la situación del continente africano en 1967, el dirigente portugués señala que en «África hay ideologías que conducen a la subversión, y también hay intereses que prosperan en el caos y esperan obtener con ello facilidades y privilegios» (Salazar, 2016 [1967]: 1106).

El razonamiento estratégico consiste en activar unos códigos dirigidos a involucrar en la defensa del orden colonial a las sociedades locales mediante el reforzamiento de las acciones psicológicas (Coelho, 2003). Las estrategias contrasubversivas metropolitanas subrayan la importancia del factor psicológico. Las líneas narrativas del Estado Novo recurren a la construcción de un enemigo, que impele a la reacción militarizada para proteger los intereses de Lisboa en África. Una línea central de este razonamiento consiste en atribuir las responsabilidades de los movimientos anticoloniales al ideario comunista (Power, 2001: 474). En abril de 1963, el diputado João Ubach Chaves concluye que la emancipación política favorece a los intereses del comunismo, ya que los «Estados pobres que se independizaron más por el egoísmo de las naciones tutelares que por los ideales mortales de la descolonización, dependen hoy de una política de penetración y expansión rusa o china» (Diário das Sessões, 1963a: 2370).

El comunismo simboliza una amenaza en el imaginario geopolítico de la dictadura portuguesa y el Estado Novo recurre a esta baza narrativa para legitimar su rechazo sobre las demandas que exigen la cesión de sus colonias en el espacio africano. Salazar considera que «los países africanos no tendrían fuerza para imponernos sus excomuniones, si no estuvieran apoyados por el voto de los gobiernos comunistas que quieren destruir Occidente, y la actitud de algunos países de Occidente debería considerarse como una deserción» (Salazar, 2016 [1963]: 1047).

Problemas metropolitanos: protestas, reclutamiento y deserciones

En el espacio de la metrópoli, el ciclo de protesta contra la guerra está circunscrito a determinados círculos de activismo anticolonial. En este terreno destaca el sector estudiantil politizado y sus razones responden a una doble vertiente: la influencia ejercida por la Casa dos Estudantes do Império y su potencial alistamiento en las Fuerzas Armadas desplegadas en los territorios africanos (Cardina, 2020: 189).

El fenómeno de la descolonización protagonizada por los países afroasiáticos está enmarcado por las tensiones globales derivadas de la disputa entre Washington y Moscú, que coincide con la denominada «geopolítica ideológica» (Agnew, 2005). En el caso específico de la desarticulación imperial de los territorios portugueses situados en el continente africano, Lisboa manifiesta una dependencia del reclutamiento local para engrosar las filas de sus combatientes (Power, 2001: 470).

El volumen de combatientes africanos experimenta alteraciones sustantivas en el transcurso de la guerra colonial portuguesa desarrollada simultáneamente en Angola, Guinea y Mozambique. Su distribución también expresa diferencias en función de los territorios y manifiesta la disparidad estratégica trazada desde Lisboa para conservar sus territorios en África.

El incremento del alistamiento local durante el curso de la guerra está motivado por razones políticas y económicas. El insuficiente grado de reclutamiento en las Fuerzas Armadas responde, fundamentalmente a la intensidad de las deserciones y a las cifras de emigración registradas en Portugal en la década previa al conflicto bélico. El elevado coste de las guarniciones militares instaladas en el territorio africano y la progresiva desmoralización de los contingentes armados añaden elementos que dificultan los intereses metropolitanos. Este proceso de africanización entronca con los problemas financieros de Lisboa para sostener su presencia militar en una superficie geográfica tan extensa (Coelho, 2002; Afonso y Gomes, 2005).

En términos cuantitativos, las fuerzas militares desplegadas sobre Angola ascienden hasta la cifra de 6500 soldados movilizados en el año anterior al inicio de la guerra y, aproximadamente, unos 5000 de ellos pertenecen al reclutamiento local (Rodrigues, 2013). Estos datos numéricos experimentan una notable transformación en el último tramo del año 1961 y las colonias africanas observan el aumento de las tropas expedicionarias desde los 1500 combatientes hasta los 28000 individuos desplazados al escenario bélico (Antunes, 1995: 710; Teixeira, 2006: 86).

Las guerras coloniales africanas de Portugal involucran a aproximadamente un millón de personas (Power, 2001: 462). Las cifras globales relativas al reclutamiento ascienden hasta 1.4 millones de soldados, según las fuentes oficiales del Estado Maior do Exército, y aproximadamente 400.000 de ellos proceden del alistamiento local (Rodrigues, 2013). Las fuerzas militares de origen africano encuadradas en el Ejército metropolitano aumentan progresivamente en Angola y Mozambique, mientras que la tendencia es inversa en el caso de Guinea.

Lisboa protege sus territorios imperiales en África con unas tropas militares metropolitanas que, en el inicio del conflicto colonial portugués, apenas suman unos miles de soldados. Sin embargo, en 1968, ese dato registra unas cifras que oscilan entre 120.000 y 150.000 combatientes que absorben un 40% del presupuesto del Estado Novo (Guerra, 1994). Los datos procedentes de las fuentes oficiales establecen la cifra de soldados heridos en 30.000 y añaden 9.000 víctimas mortales (citado en Power, 2001: 462).

Una investigación firmada por Cardina y Martins (2019) señala la existencia de aproximadamente 9.000 desertores, al margen de las lagunas puntuales en determinados años y sectores militares, además de la cifra de jóvenes refractarios que oscila entre unos 10.000-20.000 y los 200.000 jóvenes insumisos. La traducción de estos números equivale a un 20% de los jóvenes llamados a reclutamiento en la metrópoli, según los datos emitidos por el propio Ejército (Cardina y Martins, 2019). La categoría de la “deserción” experimentó mudanzas semánticas a través de apropiaciones narrativas basadas criterios jurídicos o políticos para establecer, durante el transcurso de la guerra, una diferencia entre refractarios y desertores (Cardina, 2020: 183).

El período liderado por Marcelo Caetano, tras suceder a Salazar, busca suavizar el clima de protestas en Lisboa mediante la presentación de una línea política aperturista. Sin embargo, la resistencia a ceder la soberanía de los territorios coloniales pervive hasta los umbrales de la Revolución de los Claveles. Un ejemplo de ello son las palabras del Mota Amaral:

«Como ya estamos lejos del contenido político e ideológico del “imperio colonial portugués” del primer período de la era salazarista […] ¡Los errores deben corregirse! Porque ha habido vacilaciones y retrocesos, al menos aparentes, en la gestión del Gobierno en política exterior. Basta recordar la revisión de la Ley Orgánica de Ultramar y, posteriormente, de los estatutos políticos y administrativos de cada territorio, que no se hizo sin las protestas de algunos sectores de opinión, metropolitanos y de ultramar […] Por otro lado, las personas con responsabilidades especiales prefieren hablar de descentralización administrativa y financiera de los territorios de ultramar en lugar de autonomía político-administrativa, que es diferente y es lo que se encuentra en la Constitución, y siguen refiriéndose a Angola y Mozambique, como provincias, cuando es por ley, según la propia Constitución, que su categoría es de Estados» (Diário das Sessões, 1974: 748)

La defensa de las colonias africanas significa un fuerte gasto financiero para Lisboa y su dilatado curso provoca un progresivo desgaste entre las filas de las Fuerzas Armadas. El desenlace coincide con los episodios enmarcados en la Revolução dos Cravos del 25 de abril de 1974 y el protagonismo de la organización del Movimento das Forças Armadas, que refleja el agotamiento de un sector muy específico dentro de las filas militares: los oficiales de baja graduación. La recuperación de la democracia en Portugal significa el reconocimiento de independencia de las antiguas colonias lusas en territorio africano: Guinea-Bisáu en septiembre del año 1974, Mozambique en junio de 1975 y Angola en noviembre de ese mismo año.

CONCLUSIONES

El Estado Novo logra resistir los desafíos emancipadores de sus colonias ultramarinas en África, que recurren a la lucha armada con la meta política de conquistar la independencia. Sin embargo, la dilación de este proceso motivada por el encastillamiento de las autoridades metropolitanas provoca el descontento entre las Fuerzas Armadas portuguesas. En abril de 1974, un ciclo revolucionario capitaneado por diversas corrientes democratizadoras y respaldadas por amplios sectores castrenses logran desarticular una dictadura con medio siglo de recorrido.

La ruptura del orden salazarista rescata la democracia en el territorio metropolitano y anima a establecer los acuerdos de la transferencia del poder en los enclaves coloniales. El resultado es una transición desconcertada provocada por la excesiva celeridad de los acontecimientos, la inexperiencia política de las nuevas elites dirigentes en Lisboa, la actitud intransigente de los colonos blancos, las divisiones entre las facciones nacionalistas africanas y las injerencias de las potencias extranjeras.

En todo caso, la evolución de los fundamentos discursivos de las autoridades gubernamentales portuguesas ofrece grandes posibilidades analíticas a efectos de entender cómo aquél se adapta a un escenario geopolítico cambiante, que demanda transformaciones y colisiones que, más pronto que tarde, trastocarán los cimientos de la política exterior del país.

De este modo, y aun cuando en este trabajo, aspectos tales como la legitimidad colonial dominante o el sentido de amenaza ostenta un lugar central en los acontecimientos que se suceden desde 1961, estos pueden ser enriquecidos, en el futuro, con la adhesión de otras voces como, por ejemplo, las provenientes del estamento militar. De igual forma, la incorporación de “otras geopolíticas”, como puede ser la geopolítica formal o la geopolítica popular, también pueden ahondar en el descubrimiento de nuevas polisemias, contradicciones y tensiones discursivas que, aún hoy, hacen del estudio de los procesos de ruptura de las antiguas colonias portuguesas, un objeto de estudio con dosis inconmensurables de análisis y problematización.

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1 El documento incluye a Fernando de Magallanes, aunque los gastos para su viaje fueron sufragados por las arcas de la Corona de Carlos I.

2 Expresión pronunciada por el premier británico Harold Macmillan para definir el proceso de descolonización durante su intervención en el Parlamento de la Unión Sudafricana en febrero de 1960.